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jueves, 23 de agosto de 2012

CRONICAS HIPOCONDRIACAS

(Dedicado a W y a M)
Los pacientes hipocondríacos son un reto y una trampa que a la larga acaba siendo mortal. En cualquier momento pueden tener un síntoma alarmante de verdad pero a base de cansar a todo el mundo con su “maulitis”, no se les hace caso y ¡Zas!: muerte segura.
         En una ocasión llegó a urgencias uno de estos con un aspecto formidable y absolutamente saludable.
-         ¿Qué tal?
-         Pues muy mal.
-         ¿Qué le ocurre?
-         Pues, anteayer estaba bien, ayer empezó y hoy, ¡ya ve usted!
Con esos datos, diagnosticarle algo hubiese sido una proeza y mi firme candidatura al premio Nobel.
         Después están los profesionales de la “hipocondría” como mi querida abuela que siempre estaba malísima, muriéndose a chorros, sin que su nieta médica le hiciese caso y pasando siempre sus ultimas navidades con nosotros. Tiene 92 años y ya ha enterrado a todos sus hermanos, sus amigas y compañeras de excursiones del Inserso que tenían tanta pena de ella por lo enferma que estaba. Su mecanismo es el siguiente:
-         Tengo miedo de tener alto el colesterol y que me dé un “patatús”.
-         Pues vete al médico y que te haga un análisis.
-         ¡Uyy, no!, que tengo mucho miedo de tenerlo alto.
-         Pero hazte el análisis y sales de dudas.
-         ¡No, no, que me da muchísimo miedo!
Y así un día tras otro, en un permanente diálogo de besugas. Ella pensando que tenía alto el colesterol y yo empeñada en que se hiciese un análisis, que es la única forma saberlo con certeza. Cuando por fin se decidió, le pregunté:
-         ¿Qué tal los análisis?
-         No me los hice porque en la sala de espera estaba Maruxa da Ribeira que me dijo que lo mejor era tomarse una cucharada de alpiste de los pájaros, que lo baja seguro. Así que le di mi vez a Rosa do Charco y me fui al super y compré una caja de alpiste Nido. Está asqueroso, pero así no tengo que tomar pastillas.
-         Pero si ni siquiera sabes si lo tienes alto. ¿Para qué te tomas eso?
-         Para bajarlo, por si acaso lo tengo alto.
Es decir, una “experta” octogenaria de la aldea le recomienda alpiste de los pájaros y se lo toma a los cinco minutos y yo, que soy su nieta médica, tardo semanas en convencerla para hacerse una simple analítica. ¡Sin comentarios!               
 Otro día llama por teléfono y dice con voz temblorosa:
         - Tengo un cáncer de mama.
         - Pero, ¿por qué dices eso, abuela?
         - Porque tengo una mancha amarilla aquí en un lado y tiene pinta de ser un cáncer de esos malísimos.
         - Date con un poco de jabón a ver si te sale.
Al cabo de unos minutos vuelve a llamar.
         - Froté y ya me pasó el cáncer. ¡Es un milagro!
Y así  un día y otro, viviendo en una permanente enfermedad imaginaria, angustiada por la certeza de una muerte inminente e irremediable. ¡Cómo se cumplía aquel viejo refrán!: “mujer enferma, mujer eterna” o su versión en gallego, “muller doente, muller pra sempre”.

2 comentarios:

  1. Buenísimoo!!! La verdad, que de eso si que podrías hacer una novela, qué grande!!! Como lo de la lejía, te acuerdas? ;)

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  2. como hemos disfrutado leyendo este post¡¡¡ simplemente GENIAL¡¡¡¡

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