Translate

English plantillas curriculums vitae French cartas de amistad German documental Spain cartas de presentación Italian xo Dutch películas un link Russian templates google Portuguese foro de coches Japanese catálogos de Korean entrevistas a Arabic Chinese Simplified

domingo, 2 de noviembre de 2014

PRINCIPIO DE HIPOCONDRÍA

                 Los que tienen un "principio de hipocondría" están de suerte. Actualmente, la medicina avanza de día en día, de hora en hora y de minuto en minuto, de tal manera que siempre existe algún análisis más que se puede pedir, alguna técnica o máquina nueva que se pueda probar, e incluso, algún médico nuevo que pueda emitir un diagnóstico nuevo sobre algún síntoma irrelevante. Si no les hacen demasiado caso en la medicina tradicional, pueden probar con la alternativa. Una técnica que se ha puesto muy de moda es la Reflexología, que básicamente consiste en que cuando te palpan la planta del pie, en realidad te están tocando otra parte del cuerpo: hígado, riñones, pulmón, o lo que sea. Así, este masaje en el pie, tendría un efecto terapéutico beneficioso en otras zonas del cuerpo, en general inaccesibles. Además, si te tocan y te duele, es que estás mal de ahí. Una amiga mía decidió celebrar su cumpleaños con una sesión de Reflexología. Acudieron varias amigas con ella dispuestas a dejarse tocar los pies y así mejorar su hígado, riñones, pulmones, estómago... Cada una en su cabina y cada una con su masajista. Todas encantadas con su terapia menos mi amiga, cuyos "ay-es" se escuchaban de punta a punta. Salió de allí convencida de que no tenía sana ninguna parte del cuerpo. 

               Esta última temporada nota el pálpito de que le puede dar un ictus. Sin embargo, sigue sin plantearse dejar de fumar esa cajetilla diaria que tanto le gusta. ¡Hay que preocuparse, pero sin pasarse! tal es su miedo que un día fue al estanco a comprar tabaco y en lugar de pronunciar "cajetilla", dijo algo ininteligible que no se parecía en nada a esa palabra. Notó claramente cómo se le trababa la lengua y cómo el estanquero  la miraba con extrañeza. "Ya está -pensó-, me está dando un ictus". Por fin consiguió pronunciar correctamente "cajetilla", la pagó y se fue. De camino a casa iba repitiendo como un mantra: cajetilla, cajetilla, cajetilla...Durante varias semanas hizo ejercicios de pronunciación a modo de rehabilitación de su ictus imaginario: "el cielo está enladrillado, ¿quién lo desenladrillará?... Y además, decidió avisar a su marido con una orden clara y concisa (la única forma en que los hombres entienden):

- Si cualquier día me oyes hablar mal, llévame inmediatamente al hospital -le dijo haciendo hincapié en "inmediatamente".
- Si hablas mal, ¿cómo? ¿Si dices tacos? -preguntó perplejo.
- Mal de pronunciar mal las palabras, que puede ser un ictus.
- ¡Ah, vale! -respondió sin extrañarse lo más mínimo. Cuando uno está casado con un hipocondríaco, no debe exaltarse con nada porque puede empeorar el cuadro.

   En este caso, quizá el no ser capaz de pronunciar la palabra "cajetilla" pueda ser un buen método para dejar de fumar.O quizá, no. ¡Estamos expectantes!


      

miércoles, 20 de agosto de 2014

CÓMO REANIMAR A UNA SUEGRA

       La reanimación básica, que consiste en el masaje cardíaco y el llamado boca-a-boca, debería estudiarse en los colegios en lugar de otras muchas tonterías que no sirven para nada. Si esto fuese así, no podría estar escribiendo esta crónica digna de película almodovariana. Ayer, vi a una paciente había sufrido una electrocución al mover unos cables de un congelador. Del fogonazo, cayó al suelo inconsciente y el primero que la encontró fue su "futuro yerno" que me relató lo sucedido.
     - Oí un ruido muy fuerte y fui corriendo; me la encontré sin conocimiento en el suelo, así que la tuve que reanimar.
     El "futuro yerno" es uno de esos hipsters de barba negra poblada, y por un momento pensé que en el boca-a-boca la señora habría tragado miles de pelos. Así que le pregunté:
     - ¿Le hiciste el boca-a-boca?
     - ¡Uy, no!- contestó con cara de asco delante de la "futura suegra"- le di "bofetadas" hasta que empezó a boquear. Al principio, cada treinta segundos hacía un intento de respirar y cuando vino la ambulancia ya era más regular.
      Con este método que usó para que la suegra recuperase la respiración, no me atreví a preguntar si le había hecho masaje cardíaco, por miedo a la respuesta. Salió de la habitación y continué hablando con la "futura suegra". Decidí interceder por él porque, aunque estaba muy satisfecho con su hazaña, parecía que la suegra no lo estaba tanto.
     - Mujer-, le dije- le salvó la vida. Yo creo que ha hecho méritos.
   - ¿Me salvó la vida?- preguntó con ironía-. Lo que me dio fueron unos buenos sopapos. Dice que quiere casarse con mi hija pero no sé yo...

lunes, 18 de agosto de 2014

LA NATURALEZA ES SABIA

               Últimamente se ha descrito una nueva patología en niños que se ha denominado: "trastorno de déficit de naturaleza". Según algunos "expertos", la vida actual en las ciudades nos mantiene alejados de los espacios naturales y este contacto sería necesario para nuestro bienestar físico y psíquico. Los niños que viven cerca del medio natural tienen menos estrés y una mayor conciencia ambiental. Además, estos "expertos" lo han vinculado con un aumento de la obesidad, enfermedades respiratorias, déficit de atención con hiperactividad e hipovitaminosis D por falta de exposición al sol. Con todo esto, extraigo una conclusión: para decir todo esto no hace falta llamarse "experto" porque con aplicar el sentido común de nuestras abuelas y de nuestras madres, es suficiente. Toda madre normal sabe que sus hijos deben jugar al aire libre siempre que sea posible porque les dará el sol, lo cual fortalecerá sus huesos, harán ejercicio con lo que disminuirá el sobrepeso y desfogarán, con lo que llegarán a casa cansados y se irán rápido a la cama. No sé ni por qué les dan carrete en los medios de comunicación a estas perogrulladas.
        Leyendo sobre esto, un compañero recordó una anécdota que le había pasado hace unos años y que me la contó para el blog.
        Acudieron a su consulta una pareja joven. Ella estaba preparando oposiciones y llevaba meses encerrada estudiando. Contaba unos síntomas muy inespecíficos como astenia, debilidad, mareos, falta de ánimo... Todo un poco "flu". De repente, el marido la interrumpe y dice que a él le parece que ya sabe lo que le pasa.
- Verá doctor, ella está estudiando mucho. Entonces, yo lo dije que era mejor que fuésemos a dar una vuelta para tomar un poco de contacto con la naturaleza; desde ese día tiene todos los síntomas. Y claro, yo no sé si no habrá sido un "exceso de contacto con la naturaleza"...
    Lo decía completamente en serio. Quizás, esta había sido una niña con un "Trastorno de déficit de naturaleza" y claro, una tarde por el monte supuso un exceso de contacto. En aquel momento, mi compañero no se lo supo diagnosticar. Le dio unas vitaminas y le recomendó un poco de ejercicio físico y listo. Hoy le habría puesto el nombre al síndrome, y toda habría sido todo muchísimo más científico.

miércoles, 13 de agosto de 2014

TÉCNICAS MÉDICAS ESCATOLÓGICAS

        Los médicos hacemos cientos de exploraciones, maniobras y técnicas que nos sirven para diagnosticar las dolencias de nuestros pacientes. Cada uno va adquiriendo más pericia a medida que las va realizando y la mayoría se basan en una combinación de los sentidos de la vista, el oído y el tacto. Palpamos lo que vemos (no tocamos; palpamos, que es más elegante), e interpretamos lo que oímos.
       Pero hay una maniobra que no nos gusta ni a los médicos hacerla, ni a los enfermos que se la realicemos: el "tacto rectal". Cuando nos enfundamos los guantes y nos embadurnamos con vaselina el dedo índice de la mano derecha si somos diestros, o de la izquierda si somos zurdos, sabemos que nos adentramos en lo desconocido. Vamos a tocar algo que no vemos y eso siempre genera inquietud, ansiedad, desasosiego y una cierta precaución. Tanto es así, que sé de compañeros que han elegido en el examen MIR una especialidad  solo porque están seguros de que no van a tener que hacer tactos rectales. Es el caso de un amigo mío que eligió psiquiatría. No iba a tener que palpar, ni auscultar, ni percutir, ni, por supuesto, hacer tactos rectales. Durante la carrera, en las prácticas, había ido esquivando con gran pericia todas las oportunidades que se le habían presentado de realizar esta maniobra. Llegó al MIR y eligió una plaza de psiquiatría. " Me libro", pensó feliz. Pero, hete aquí que le toca hacer guardias de urgencias durante unos meses de R1 y, un fatídico día, aparece un paciente con dolor abdominal. Le hizo la historia clínica al detalle, le exploró todo lo explorable y le pidió todas las pruebas que se pueden pedir en urgencias. Cuando lo tuvo todo, se acercó a la médica adjunta que le supervisaba y le presentó el caso. Notaba una cierta intranquilidad y que transpiraba más de la cuenta. Sabía el motivo, pero aún le quedaba una pequeña esperanza de que no fuese necesario. Así que esperó. Su compañera leyó todo, valoró todas las pruebas y exploraciones realizadas y, mirándole fijamente, le dijo:
- Muy bien, muy bien... Solo te falta una cosa.
      La sudoración se hizo más fuerte y el pulso se aceleró. Su subconsciente lo sabía, se lo estaba diciendo a gritos: "tienes que hacerle un tacto rectal". Quiso hacer un último intento, quemar otro cartucho...
- ¿Le pido una resonancia magnética?
- Ya sabes que eso no se hace en urgencias...
- ¿Una arteriografía?
- No.
- ¿Unos anticuerpos antinucleares?- dijo con un hilillo de voz casi inaudible.
- No es necesario. Te falta una cosa, ¡y lo sabes! 
 
        Ya no se le ocurría nada más, ninguna otra prueba que fuese ocupando el tiempo y, con un poco de suerte, pasasen las doce horas que faltaban para terminar la guardia y que viniese alguien que lo hiciese. Estaba dispuesto a hacerle la autopsia si hacía falta, pero aquello... ¡no! ¡De ninguna manera!
Sin embargo, no tuvo escapatoria. Lo hizo. No voy a entrar en detalles. Y después realizó muchos otros, y cuando ya se había acostumbrado, se acabaron las guardias de urgencias. Y aprendió aquella frase que los cirujanos les enseñan a todos los residentes en algún momento de las guardias:
                     "Quien no mete el dedo, mete la pata"

lunes, 4 de agosto de 2014

BIBERONES TERAPÉUTICOS

            Muchos de nosotros recordamos con nostalgia los años ochenta, no solo por la música, sino también porque la vida era mucho más sencilla. No éramos tan dependientes de la tecnología, ni teníamos tanta prisa por llegar a ninguna parte. Si teníamos que esperar a alguien, lo hacíamos tranquilamente, sin enviarle miles de wassaps preguntándole dónde está y cuando llega, y sin tener la sensación de que perdíamos el tiempo.
 
            Esta semana, un conocido mío que trabajó durante esos años como conductor de ambulancias, me contó una de las muchas anécdotas que le ocurrieron. Por aquel entonces, solo un hospital de la ciudad disponía de escáner y, por las tardes, él se dedicaba a trasladar enfermos de otros hospitales para realizarles esa prueba. Los llevaba, aparcaba la ambulancia en la puerta, y los esperaba tranquilamente para llevarlos de vuelta. Un día, mientras estaba esperando, ve aparecer doblando una esquina a un paciente que impulsaba cuidadosamente su silla de ruedas. Estaba ingresado en cirugía vascular y le habían amputado las dos piernas por un problema circulatorio relacionado con el tabaco. Se le acercó, miró a derecha e izquierda para asegurarse de que nadie le oía y le dijo:
 
- ¿Me puedes hacer un favor?
- Si, claro- le contestó con curiosidad. ¿Cómo podría negarle algo a alguien que va en silla de ruedas?
- Mira- le dijo casi susurrando-, te voy a dar cuarenta duros (doscientas pesetas) y vas a aquel bar que hay en la esquina y le pides "un biberón" al camarero que está en la barra. Él ya sabe lo que es.
 
             El ambulanciero bajó la pequeña cuesta que lo separaba del bar pensando que a este enfermo no le debía de gustar la leche del hospital y que seguramente la del bar sería más sabrosa y, probablemente, más nutritiva. Por otro lado, con cuarenta duros se podían comprar muchos litros de leche, era otra época. Quizás eran varios los enfermos a los que no les gustaba y ponían dinero entre todos, pensó. Llegó al bar, se acercó a la barra y le dijo al camarero que un paciente del hospital le había dicho que le diese "un biberón".
 
- Ahora mismo- le contestó sin inmutarse-. ¿De cuánto se lo pongo?
- De cuarenta duros- contestó titubeante.
   
         El camarero se inclinó y cogió una botella de cristal sin etiquetas que tenía debajo de la barra, desenroscó la tapa, cogió una botella de whisky y empezó a rellenar "el biberón". Una vez que había medio litro más o menos, se lo dio y le cobró el dinero.
    
        Desde entonces, fue  a buscar muchos "biberones" que, según el precio, podían ser de whisky o de vino tinto; nunca de leche.  Siempre tuvo una cierta inquietud por si esos "biberones" empeorarían la enfermedad. Cuando le comenté que lo peor para estas patologías era el tabaco y que el alcohol podría ser incluso beneficioso porque ayudaba a limpiar las arterias, se quedó mucho más tranquilo. En realidad, ese "tráfico de biberones" había sido una auténtica obra de misericordia.
       
       

domingo, 6 de julio de 2014

HONGDONG

                   Le desembarcaron del crucero para jubilados adinerados en el que viajaba y le trasladaron al hospital por una grave infección de orina. Vivía en un pueblo a 50 km de Ámsterdam, y había embarcado en el puerto de la capital holandesa hacía poco más de una semana. Su nombre despertó mi curiosidad y le pregunté qué significaba en español, dando por hecho que se trataba de un nombre holandés. Me contó que era un nombre de origen chino. Su abuelo tenía una fábrica de cerámica en las afueras de Ámsterdam y a finales del siglo XIX viajó a China para mejorar la técnica y buscar nuevas ideas en la decoración de platos y vasijas. Cuando regresó a su país, se casó y al primer hijo que tuvo le puso el nombre chino de Hongdong. A su vez, éste se lo transmitió a su primer hijo varón, que vino a ser mi paciente. Él no había tenido ningún hijo al que poner su nombre, así que con él concluía la saga de Hongdones holandeses. No sabía si Hongdong era el nombre de algún amigo que su abuelo había hecho en China, o si era el nombre del pueblo donde había vivido, ni sabía nada acerca de su significado. Nunca había hablado con su abuelo de este asunto. Tampoco nadie le había hecho tantas preguntas acerca del origen de su nombre como yo. En cinco minutos, el "holandés errante" y yo nos habíamos hecho amigos.

sábado, 28 de junio de 2014

TODOS TENEMOS NUESTRO "PUNTITO"

      No está mal tener un "puntito de locura" que te ayude a sobrellevar el día a día. Sin embargo, existe gente que realmente vive en un universo paralelo, y que cuenta unas historias increíbles con un aspecto de seriedad y razonabilidad absolutas. Así, la protagonista de hoy me dijo que entre sus antecedentes quirúrgicos tenía una operación que le habían hecho cuando vivía en Alemania. Esa cirugía consistía la colocación de un "chip" en la espalda.
- ¿Es para el dolor?- pregunté ingenuamente.
- No. Es para tener los poderes.
- ¿Qué poderes?
- ¿Cómo le explicaría yo...?
- Inténtelo con palabras sencillas- le animé.
- Pues, por ejemplo el poder de hablar con la gente que sale en la televisión como Mercedes Milá. Cuando presenta Gran Hermano, me hace unas señas que sólo ella y yo conocemos, y yo sé a quien van a expulsar. - Pero, ¿se dirige a usted directamente?
- No, por Dios; es a través de un lenguaje secreto. Fíjese -me aclaró- que esto que le cuento a usted, nunca se lo conté ni al difunto de mi marido, a pesar de llevar más de cincuenta años juntos...
        Por supuesto, en cuanto llegó su hijo le pregunté si a su madre la había visto alguna vez un psiquiatra, porque me contaba unas cosa muy raras.
- No se preocupe- dijo para intentar tranquilizarme- es que mi madre es muy "fantasiosa".
- ¿Cómo de fantasiosa?- le pregunté.
- Bueno, no sé... A veces llego a casa y me dice que justo acaba de irse la princesa Leticia, que había venido a merendar con ella. Ya sabe, cosas normales pero que no interfieren en su vida.

       Realmente vivía en otra dimensión, pero a pesar de tener más de ochenta años era completamente autónoma y se las apañaba ella sola, así que no le iba del todo mal.

       Otro caso que tuvimos esta semana fue el de un paciente que vino a hacerse una broncoscopia y estaba indignado por tener que venir en ayunas.
- ¿Donde se ha visto?- se quejaba a voz en grito-. Tener que venir a hacer una prueba en ayunas. Jamás me había pasado semejante cosa. Hacerme esto a mi, que he estado embarcado con Cristobal Colón y con Núñez de Balboa. No saben ustedes con quien están hablando...

      Efectivamente, ¡a veces no sabemos con quien estamos hablando!
   

domingo, 22 de junio de 2014

UN HOMBRE MUY FEO

                Según parece, los niños y los borrachos dicen siempre la verdad. En mi experiencia, es posible que esto también ocurra con los ancianos ingresados cuando se desorientan: que cuentan alguna verdad incómoda. Esta semana, a una de mis pacientes nonagenarias que llevaba varios días en el hospital, le cambiaron la compañera de habitación. Una tarde, llegó una señora con el pelo muy corto -a lo garçon-, completamente blanco, las orejas sin pendientes, la voz grave y el gesto serio. En cuanto entró y dio las buenas tardes, mi paciente empezó a quejarse en voz alta de que le habían metido un hombre en la habitación,  que ¡vaya hospital!, que mezclaban hombres y mujeres, que aquello era un escándalo. Las enfermeras y el médico de guardia trataron de hacerla entrar en razón, sin ningún éxito. Aquella tarde y aquella noche, no hubo manera de convencerla. Al día siguiente, ya con la luz del día, se dio cuenta de su error y cuando vio la cara de enfado de su compañera, le pidió perdón. Le dijo que se había confundido y que la disculpase. Ni la mujer tipo garçon, ni su familia aceptaron las disculpas, ni le perdonaron, me abroncaron a mi como su médico y solicitaron cambio de habitación. Yo intenté defender a mi paciente con argumentos sencillos: era muy mayor, llevaba unos días desorientada, no había que tenérselo en cuenta... No hubo manera. Esa señora había dicho que su madre era un hombre y eso no se podía tolerar. La verdad es que todo me parecía un poco exagerado  y yo sentía pena por mi paciente, a la que las neuronas le habían jugado una mala pasada.
Sin embargo, en cuanto salieron por la puerta, la cara de arrepentimiento se cambió a cara de pilla y me dijo:
 
- Es mejor que se vayan porque, además, era un hombre muy feo.
 
Sin que sirva de precedente, me vi obligada a darle la razón. ¡Si señor! ¡Muy feo!

sábado, 31 de mayo de 2014

LA NECESIDAD AGUDIZA EL INGENIO

      
   Es jueves por la noche y tres amigos quedan para ir a tomar algo. Hoy están pletóricos y eligen un furancho* que les han recomendado. Es verdad que en estos sitios no ponen tapas ni nada que sea comestible; allí solo se sirve vino del país. Nada más. No pensaban alargar tanto la noche, pero entre taza y taza les dan las tres de la madrugada. Cogen el coche y se dirigen a sus casas, pero de repente... ¡Horror! ¡Los picoletos! Un control de alcoholemia unos doscientos metros más allá. ¡Dan positivo, seguro! La multa, los puntos del carnet, la bronca de la parienta... ¡Hay que pensar algo! ¡Rápido! Entonces, a uno se le ocurre algo ingenioso.
 
- Voy a fingir un ataque de asma. Hoy parece que tenía algo de "pito" y seguro que cuela- dijo.
 
          Los demás estuvieron de acuerdo, o no. No les dio tiempo a pensar. Las luces del control ya estaban iluminándoles de lleno. Y este actorazo que se perdió Hollywood inició la mejor actuación de su vida. ¡No podía respirar! ¡Se ahogaba! ¡Se moría! Sus bronquios debía sonar como una cafetera vieja y oxidada. Fue tan convincente que la misma Benemérita llamó a la ambulancia, ya que sus amigos estaban tan angustiados que no atinaban con el teléfono. Seguro que en algún momento, dudaron de si seguía fingiendo o era verdad. Le pusieron oxígeno, Ventolin, corticoides... y lo trasladaron al hospital con la mayor celeridad posible. Por supuesto, nadie se acordó de hacerles a sus amigos el control de alcoholemia.
 
     Y es así como nuestro protagonista llegó a las cuatro de la madrugada a urgencias. Y cuando mi compañero se acercó a preguntarle qué le pasaba, inició este relato rocambolesco que parece de película de Almodóvar... Y mientras le escuchaba, el médico de urgencias pensaba: "esta historia ya sé a quien se la voy a contar mañana..."
 
* Furancho: es un local de temporada, generalmente entre febrero y mayo, que se suele habilitar en la bodega de un particular donde éste vende los excedentes de vino que elabora para su autoconsumo. 

Gracias a B.M. por sus aportaciones a este blog, con esta y otras historias. 

domingo, 25 de mayo de 2014

NADIE ME HACE CASO

                    Algunos pacientes van a demasiadas consultas. Tienen, por supuesto, su médico de cabecera, pero además visitan al endocrino que les trata la diabetes, al cardiólogo para su cardiopatía, al neumólogo para su bronquitis crónica, al cirujano vascular por su mala circulación...Todo un vía crucis de consulta en consulta, cada una con sus citas y sus análisis. Nuestra protagonista de hoy está en esta vorágine, y en todas las consultas por donde pasa dice: "doctor, a mi se me cae muchísimo el pelo". Todos hacen lo mismo: levantan la vista, dirigen la mirada hacia su cabeza y ven una reluciente mata de pelo bien peinado y teñido, bajan los ojos y siguen escribiendo. Ni caso. Así que, un buen día aparece en mi consulta:
- Nadie me hace caso- me comenta desesperada.
- ¿Caso a qué?- le pregunto.
- Al problema mío del pelo- me dice.
          Yo no veía que tuviese ningún problema capilar, al menos aparente. Pero aquella no iba a ser una consulta más. Estaba decidida a que le creyésemos y le diésemos una solución. Así que, tras mucho pensar, había trazado un plan novedoso y revolucionario.
- Yo le he traído las pruebas.
- ¿Qué pruebas?- le pregunto con curiosidad...
 
-Estas-, me dice. Y saca del bolso, con mucho cuidado, un paquetito envuelto en papel albal. Lo pone encima de la mesa y me mira.
 
 
 
 
- Ábralo- me indica.
       Parecía el bocata de media mañana que llevábamos al colegio. Lo miré con un poco de recelo y empecé a desdoblarlo con el cuidado de un artificiero. ¿Qué habría allí dentro? ¿A qué llamaría ella "pruebas"? El papel albal estaba un poco frío y así se lo comenté, queriendo aportar un punto de naturalidad al asunto, como si todos los días me trajesen "paquetitos" a la consulta.
 - Lo acabo de sacar de la nevera- me aclaró.
 

 
                  Esto es lo que me encontré: unos pelos engurruñados, que supongo que habría ido recogiendo durante días, semanas, quizás meses. Ahora si que me creerán y me harán caso, debió pensar. ¡Y los metió en la nevera! "Criogenización capilar", le llamarían algunos entendidos.
 
Nota: estas fotos son originales del paquetito en cuestión y no una recreación de esas que ponen en los programas de investigación. Son las ventajas de los móviles con cámara.

domingo, 18 de mayo de 2014

HACER LA DIGESTIÓN

       Para contar la siguiente anécdota, os pondré en situación. Tarde de guardia. Urgencias a tope. Las camillas y las sillas de ruedas ocupan la sala de espera y buena parte del pasillo. Gente con angina, cólicos nefríticos, abuelos que no respiran, gastroenteritis... Y de repente, entra un padre angustiado con un hijo adolescente. El hijo mira al suelo y parece que pone cierta resistencia a entrar en el servicio de Urgencias. Pasan por mi cabeza distintas explicaciones para esta actitud: un problema psiquiátrico, una torsión testicular, una adolescencia rebelde... Dan sus datos y se acercan al box donde hacíamos el filtro inicial para clasificar según la gravedad y la urgencia. Allí estaba yo, una residente de primer año dispuesta  hacer una buena historia clínica.
- ¡Buenas tardes! ¿Cuál es el motivo de venir a urgencias?- pregunto dirigiéndome al adulto.
- Lo traigo porque se ha comido un bocadillo de chorizo- me contesta con preocupación.
          Pongo cara de asombro mientras el adolescente miraba al suelo, cada vez más fijamente, supongo que esperando a que se abriese y se lo tragase la tierra, para poder desaparecer y no dejar rastro.
- Ya, bueno, ¿estaba en mal estado? ¿Caducado? ¿Es alérgico?- pregunté intentando buscar una explicación lógica a semejante "urgencia".
- Que yo sepa, no... - me contestó el padre.
- ¿Entonces, qué?
- Pues, se ha comido el bocadillo y luego se ha metido en la bañera y tengo miedo de que le dé un "corte de digestión".
      
    Me imagino a ese padre entrando en el baño y obligando a su hijo adolescente a salir del agua para a continuación decirle que se iban a urgencias por si acaso le pasaba algo. Y ese pobre hijo, muerto de vergüenza, intentando convencer a su padre de que no le pasaba nada y de que no quería ir a ningún sitio y menos al médico. Y ¿cómo serán esas tardes de playa? Supongo que con cronómetro en mano, vigilado hasta el último segundo por su progenitor. Y así, mientras todos sus amigos llevaban siglos disfrutando del agua, él jugaba al parchís en la arena, debajo de la sombrilla, con varias capas de protector solar, esperando las tres horas de rigor de la digestión. ¡Triste infancia!

domingo, 11 de mayo de 2014

RASCARSE EL OMBLIGO PUEDE SER MUY PELIGROSO

                  Hay gente que vive al límite, rozando el precipicio, al borde de cruzar la línea. Gente que lleva todo a sus máximas cotas, a las últimas consecuencias. Gente que vive peligrosamente. Gente que arriesga su vida al convertir un acto cotidiano en un asunto de vida o muerte. Gente que pone una pasión inusitada en todo lo que hace. Y no me refiero a James Bond, también conocido por 007, no. Me refiero a esa gente que se rasca el ombligo a las dos de la madrugada para quitarse unas pelusillas y acaba en el servicio de urgencias del hospital. Por si no os lo creéis, os transcribo literalmente el informe que firmó una compañera de urgencias, haciendo gala de una gran profesionalidad.

Hora de asistencia: 2.24 AM.
Edad: 22 años.
Motivo de la asistencia: acude por sangrado por ombligo tras hurgarse para extraer pelusillas.
Diagnóstico: pequeña herida en ombligo
Tratamiento: higiene diaria. Aplicar betadine. Agua oxigenada diaria. Control por su médico.

   ¡Qué ímpetu! ¡Qué manera de rascarse el ombligo!
   ¿Cómo serían esas "pelusillas"? ¡Qué manera de pegarse a su ombligo!
            

sábado, 26 de abril de 2014

LOVE STORY

             ¿Por qué unos amores duran toda la vida y otros apenas unos meses o unos años? Muchos sabios, psicólogos, coachings y demás sesudos pensadores han elaborado teorías, recetas y recomendaciones. Yo sólo voy a contar una anécdota y que cada uno piense lo que quiera.
               Acudió a la consulta una mujer octogenaria que traía a su marido con demencia de la mano. No había tenido con quien dejarlo y además, no le gustaba separarse de él, porque no reconocía ya a nadie y podía sentirse extraño. Me contó que este año cumplían 56 años de casados, aunque no pensaban hacer ninguna celebración especial. Hacía un par de años que él ya no se enteraba de nada. Estaba desconectado del mundo que le rodeaba y durante la consulta, permaneció sentado en la silla con la mirada despistada y la cara inexpresiva, dócil a lo que su mujer le pedía. -"Siéntate ahí"- le había dicho. Y ahí estaba, casi sin pestañear, mirando hacia la pared. Comenté con ella los resultados de sus pruebas y las modificaciones que tenía que hacer en el tratamiento y después fuimos hablando de otras cosas, entre ellas, de su marido. Y entonces, me contó algo sorprendente:
       
    - Casi siempre está con la mirada perdida y no dice nada. Pero a veces, me mira fijamente durante unos minutos y sus ojos tienen otra vez expresividad. De repente, me pregunta: "¿usted tiene marido?, porque es muy guapa".  Yo siempre le contesto que si, que tengo marido. Y entonces se queda con la cara un poco triste y me dice que es una pena, porque si no tuviese me iba a invitar a ir al baile. ¡Fíjese usted lo que se le ocurre!
      Pensé que esto si que es una verdadera "love story". Un octogenario demenciado que  cuando se fija en la persona que lleva con él cincuenta y seis años de matrimonio, le vuelven a brillar los ojillos y se le pone el corazón contento pensando en invitarla a bailar como cuando tenía veinte años.

jueves, 17 de abril de 2014

MOTIVOS PERSONALES

               Existen miles de motivos por los que uno puede ir a urgencias. Siempre son motivos personales, porque hay gente que prefiere ir con la cabeza abierta por la calle antes de permitir que les den unos puntos de sutura. Y también existe el caso contrario: los que vienen con heridas que les parecen gravísimas y que uno no es capaz de encontrar ni con una lupa de gran aumento.  En cualquier caso, la pérdida de sentido común es llamativa en algunos y no quiero ni pensar cómo gestionarían un problema de salud serio. Un ejemplo de esto es un paciente adolescente que acudió una tarde a urgencias con su padre, el cual mostraba una cara de agobio muy llamativa.
- ¿Qué le ha pasado?-le pregunto.
- Pues que el chaval se ha comido un bocadillo de chorizo- me contestó.
- Ya, y yo uno de jamón- le dije-. Supongo que ese no es el motivo de venir a urgencias. ¿Estaba malo el chorizo? ¿Tiene nauseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal?- pregunté, intentando aclarar el asunto.
- No, el chorizo estaba bien.
- ¿Entonces?
- Es que luego se ha metido en la bañera a darse un baño y tengo miedo de que le dé un corte de digestión- me contestó.
 
           El pobre hijo, no sabía donde meterse. Más que de "corte de digestión", el pobre chico tenía cara de "vergüenza ajena", viendo a su padre que lo había hecho secarse y vestirse y lo había traído en coche a urgencias a toda velocidad, casi como si se tratase de un asunto de vida o muerte.
 
         Otro caso para los anales de la medicina es el de un paciente de 22 años que he visto esta semana y que revisando su historia del año pasado tiene una veintena de visitas a urgencias. Dada su edad, me llamó la atención  y me puse a leer los motivos de tanta ida y venida. Todo eran banalidades por las que no se le había ocurrido ir a su médico de cabecera. Una de ellas era ésta (transcribo literalmente el informe de urgencias): "acude por sangrado por el ombligo tras hurgarse para extraer pelusillas". En el apartado de tratamiento figuraba como recomendaciones la "higiene diaria" y aplicar agua oxigenada. Como se puede ver, un caso de grave peligro para su vida. ¿Y cuál era la hora a la que había venido por esta urgencia vital? Pues, las 02.23 horas de la madrugada. Una hora excelente para estar "hurgándose el ombligo", como todo el mundo sabe.

domingo, 30 de marzo de 2014

EL PULPO, SIEMPRE CON VINO BLANCO.

                 La sabiduría popular, para algunas personas y en algunas culturas más que en otras, ha ido adquiriendo tal raigambre en algunos temas, que casi hablamos de dogmas de fe. Desmontar uno de estos mitos es prácticamente imposible. Pienso, por ejemplo, en el asunto de "hacer la digestión" durante tres horas antes de osar siquiera en meter una ínfima uña del dedo meñique de tu pie en el agua porque te podías morir ipso facto entre horribles convulsiones. ¡Qué miedo te metían en el cuerpo!
 
               Una de estas creencias populares transmitidas de generación en generación en Galicia, es que no puedes comer pulpo con agua. Jamás. Bajo ningún concepto ni excepción. Porque te puedes poner muy mal. He intentado averiguar con distintos miembros de mi familia qué es lo que te puede pasar si bebes agua y comes pulpo. No he sacado nada en limpio. La respuesta más frecuente es: "te puedes poner malísima". ¿De qué?, pregunté con ingenuidad. Nadie lo sabe. Y cada vez que me ven comer pulpo con agua, se echan las manos a la cabeza. "Pero, ¿ qué haces ?", me dicen abriendo los ojos como platos y llenándome un vaso de vino, generalmente blanco, como si me hubiese mordido una víbora y aquello fuese el antídoto. 
 
                      El otro día me acordé de esto porque vino un paciente a la consulta con un caso parecido. Revisando su historia, vi que iba a rehabilitación desde hacía unos meses, pero no encontraba el motivo.
- Usted, ¿por qué viene a rehabilitación? ¿Tiene mal alguna pierna o un brazo?- le pregunté.
- No, nada de eso. Lo que pasa es que comí pulpo y no le bebí vino y desde entonces lo tengo aquí atascado- decía dándose unos golpes enérgicos en el pecho-. Por eso tengo que ir a rehabilitación, y me dijo el médico que aún me quedan meses- añadió.
 
     Yo no sé exactamente qué le había pasado, pero hoy comí pulpo y por supuesto, lo regué con un buen vaso de vino blanco. Yo no creo en las meigas, pero habelas hainas.

domingo, 23 de marzo de 2014

PURA SUBJETIVIDAD

                 La subjetividad es una característica de la vida en general. Lo que para uno es blanco, para otro es negro o azul o verde, y un mismo hecho puede ser contado de mil maneras distintas por las  personas que lo hayan vivido. También es verdad que hay gente que siempre lo ve todo del color que a ellos les gusta y a los que un poco de objetividad, aunque sólo fuese un poco, no les vendría mal. En la consulta médica vemos a diario a pacientes que dicen que fuman muy poco y eso resulta ser una cajetilla al día, o que beben muy poco y eso se traduce en 10 cervezas al día. ¡Pura subjetividad! El tema de los kilos es otro filón. Esta semana me contó un compañero que tuvo una señora en la consulta a la que le recomendó adelgazar. La conversación fue más o menos la siguiente:
- Verá señora, por el bien de sus huesos debería usted adelgazar unos diez o quince kilos, por lo menos.
- ¡Uyyy! Yo no estoy tan gorda...
- Bueno, eso depende de lo que uno mide y lo que pesa. ¿Usted cuanto mide?
- Pues, un metro cincuenta.
- Y, ¿cuanto pesa?
- Noventa y tres kilos.
- Eso es demasiado. Por ejemplo, yo mido uno noventa y cinco y peso noventa kilos...
- ¡Es que usted está un poco gordito!-replicó ella con una sonrisa.

      También la forma de describir el dolor es subjetiva y uno tiene que hacerse una idea de la intensidad para poder aliviarlo con el fármaco adecuado. Por eso hacemos preguntas tipo:
- ¿Cómo era el dolor que tuvo?-le pregunté a un paciente. 
- Pues era un dolor... -titubeó unos segundos antes de contestar- era un dolor "que dolía".

          Otro fue aún más preciso en las explicaciones que me dio acerca de su  dolor.
- Tuve un dolor, así como un pequeño "morreo"... - me dijo.
- Y eso, ¿cómo es?- pregunté sorprendida.
- Pues es así, como si doliera pero sin doler.

¡Perfectamente! Con esto creo que me hago una idea...

 

lunes, 17 de febrero de 2014

PARA IR AL MÉDICO, MEJOR ACOMPAÑADO

             Algunas veces, para hacer una historia clínica es conveniente que haya un acompañante que nos aclare algunos datos. Así, cuando algunos pacientes te dicen que beben sólo un vasito de vino, su mujer te aclara que más que un vasito es una botella. Y cuando otros te dicen que fuman sólo cinco cigarrillos, ellas te aclaran que es una cajetilla. Y claro, las cosas cambian bastante. También es importante para saber la duración de los síntomas. Hay pacientes que te cuentan que les duele desde hace una semana, pero ahí está su mujer para decir que lleva quejándose más de un mes. Sin embargo, muchos siguen acudiendo solos y no tenemos a nadie para contrastar datos. Por ejemplo, en la consulta de neumología hay un dato importante que hay que confirmar con los acompañantes. Es el tema de los "ronquidos" en el que generalmente ellas son las sufridoras. Un día, salió la enfermera de la consulta y dijo:
- Fulanito de tal...
Un hombre de mediana edad se levantó y ella le aclaró:
- Usted pasa ahora.
A continuación dijo:
- Menganita de cuál, usted pasa después del caballero.
La enfermera se metió por otra puerta y desapareció. El primer paciente entró a la consulta y detrás de él, entró la segunda paciente. La doctora fue realizando la historia clínica acerca de cómo respiraba, cuándo se cansaba más, desde cuándo respiraba peor... y el enfermo le fue contando su vida con pelos y señales. Llegó un momento en que era importante saber si roncaba o no, por lo que se dirigió a la mujer que estaba sentada a su lado y le preguntó:
- ¿Su marido ronca?
Ella le miró con cara de susto y dijo:
- Yo a este señor no le conozco de nada y no tengo ni idea de si ronca o no.
- ¿Pero, usted entonces quien es?
Yo soy Menganita. A mi me tocaba pasar después de este señor, pero para ir adelantando ya me fui sentando aquí...
Haga el favor de salir y entre cuando salga este señor, y déjese de adelantar nada.

        Es decir, que el enfermo estaba contando su vida delante de una señora que no conocía de nada. Y ella estaba allí como si fuese el público de un programa de televisión, viendo el espectáculo desde primera fila.

domingo, 9 de febrero de 2014

¡CRONICAS DE LUXE: ESPECIAL 10.000 VISITAS!




Queridos fans de “Crónicas”: por fin, este blog ha superado las 10.000 visitas en más de 50 posts. Gracias a todos los que habéis contribuido con vuestras visitas. Como ya van siendo muchas entradas, he decidido hacer un resumen de las mejores historias, esperando llegar a otras diez mil visitas más. Ojalá que os divirtáis tanto leyéndolo como yo al escribirlo. Este es mi ranking:

1-      La crónica más leída ha sido “Las mujeres no tienen próstata. ¿O si?” donde cuento la historia de varias mujeres que afirmaban sin ninguna duda tener próstata. Una vino a que se la revisásemos, otra tenía la convicción de que su infección de orina era una prostatitis y una tercera estaba preocupada por si su marido le pudiese contagiar el cáncer de próstata.

2-      La tecnología ha tenido un gran protagonismo en muchos de los posts, especialmente en “¿Quién será el padre de la criatura?” en que una madre vino a urgencias con su hija embarazada para que le hiciésemos una ecografía y así saber de cuánto y de quién estaba embarazada. ¡En fin!

3-      En algunas entradas hemos aprendido Los trucos de las centenariaspara llegar a los cien años en buenas condiciones. Así, nuestra protagonista no comía pescado por miedo a los anisakis, no comía pollo por el peligro de la gripe aviar y hacía más de diez años que no probaba la carne por si cogía la enfermedad de las vacas locas y se demenciaba. Eso si, afirmaba que “ella comía de todo”.

4-      En otras historias como “Aguardiente y otras hierbas” hemos descrito esos remedios naturales que usa la gente mayor. Así, sabemos de sus propiedades capilares para mantener el color negro del pelo y que si te tomas un chupito antes de ir a la peluquería, te coge mucho mejor la “permanente”. También hemos visto que la borrachera por aguardiente  a cierta edad puede ser muy peligrosa en “El misterio de la abuela que mordía”. Además del aguardiente, hay gente que usa el cognac por sus múltiples propiedades en “Dónde esté un buen cognac, que se quite la epidural”.

5-      En “Historias de nonagenarios” y “Espíritu joven a los noventa años” hemos descubierto que los años no son un impedimento para divertirse y disfrutar de la vida. A veces, dicen que tienen menos años, y no es por coquetería sino para que el oftalmólogo les opere las cataratas.

Estas son, a mi juicio, las historias que no os debéis perder si aún no las habéis leído. Hay muchas otras que quizás os gusten más. Os animo a que me digáis cual ha sido vuestra crónica favorita.

 
 


 

domingo, 2 de febrero de 2014

MUJERES Y MARIDOS


            Algunos hombres son completamente dependientes de sus madres hasta que se casan y pasan entonces a ser completamente dependientes de sus mujeres. Son los que no saben la talla de pantalón ni de camisa que usan porque la ropa se la compra su mujer. Toda la ropa. No quiero especificar más. Cuando vienen al médico, antes de contestar a cualquier pregunta simple del tipo -¿dónde le duele?-, miran a su mujer y ésta es la que responde por ellos: -le duele el pecho muchísimo-. Y así a todo lo que les preguntas. Saben dónde les duele, desde cuándo y cuánto muchísimo mejor que ellos. Ellas son las que saben el nombre de las medicinas que toman y las dosis; a veces, te cuentan que se las ponen dentro de la boca para que se las traguen mientras ven el fútbol.  Siempre pienso que si quieren deshacerse de ellos lo tienen muy fácil; un cambiazo de pastillas y listo. Se las van a tragar sin rechistar, absolutamente confiados. Tomarían cianuro si es su mujer la que se lo da.

Esta semana, tuvimos un caso verdaderamente sorprendente de este tipo. Vino un paciente a urgencias al que se le pidieron unos análisis de sangre y de orina. La enfermera le facilitó un bote de plástico y le indicó que fuese al WC y orinase en el recipiente para analizarle la orina. Allá fue él con su mujer pisándole los talones. Tras un largo cuarto de hora, salen los dos y ella traía en la mano el bote lleno de líquido amarillo. Se dirige a la enfermera y le dice:

-          Aquí está la orina que nos pidió.

-          Muy bien, déjela sobre el mostrador- le indicó.

-          Bueno… el caso es que como mi marido no tenía ganas de orinar, la muestra es mía. Supongo que les servirá igual, ¿no?

Está claro que cuando se casaron y oyeron aquello de –serán los dos una sola carne- se lo tomaron muy al pie de la letra. Estos dos eran una sola carne y una sola orina.

domingo, 26 de enero de 2014

SUPLANTACIÓN DE PERSONALIDAD

A veces pasan cosas que dan que pensar... no sé... la gente nunca deja de asombrarme. ¡En fin!
     Hace unos días vino a urgencias un chico joven por un catarro fuerte con fiebre. Le acompañaba su padre, que después nos enteramos que se llamaba igual que su hijo. El médico de urgencias decidió solicitar una radiografía para descartar una neumonía y el celador los acompañó a ambos hasta el servicio de radiología. Una vez allí, y al cabo de unos minuto, salió el técnico de rayos con la hoja de la petición y pronunció el nombre del paciente. Entonces, se levantó el padre, acompañó al técnico e hizo todo lo que éste le indicó: se quitó la camisa, se puso el camisón y se dejó hacer las radiografías correspondientes, de frente y de perfil. Se vistió de nuevo y volvió a donde esperaba su hijo. Vino el celador y los acompañó de nuevo a urgencias. Entonces, el médico los volvió a ver y les dijo:
- La radiografía está bien. Se descarta la neumonía.
- ¿Qué radiografía? A mi no me han hecho nada- dijo el chico.
- A ver... ¿Tú no te llamas...?- le preguntó el médico.
- Si, me llamo así, pero a mi no me han hecho ninguna radiografía- insistió.
- Entonces, ¿de quién es esta radiografía?
- Es mía- contesta el padre.
- Y a usted ¿por qué le han hecho una radiografía?
- O sea, que no me tenían que haber hecho nada y me han radiado sin tener porqué. ¡Esto es increíble! ¡Menuda negligencia médica! Les voy a poner una denuncia que se les va a caer el pelo-gritaba enfadado-. Pero claro, luego los médicos se tapan unos a otros...

Todavía hoy, varios días después del asunto, no tenemos una explicación para este despropósito. ¿Por qué se dejó radiar si no estaba enfermo? ¿Por qué no dijo que él no era el paciente? ¿Por qué su hijo tampoco dijo nada? No sé, yo llamaría a Ágatha Christie para que investigase estos extraños casos de suplantación de personalidad y estas reacciones tan extrañas. ¡Hay cosas rarísimas en este mundo!

viernes, 17 de enero de 2014

DESAYUNO CASERO

                             Las costumbres culinarias de cada uno pueden ser de lo más variopintas y se van adquiriendo con el paso de los años y el devenir de los achaques. Cuando llegamos a los noventa, nuestras rarezas se han convertido en hábitos fijos que no queremos cambiar ni aunque nos ingresen en el hospital.  Por ejemplo, es algo común desayunar  leche con café, cacao o lo que sea y una minoría  toma té u otra infusión similar. Sin embargo, los hay muy originales, y así, un paciente se quejaba de que no le daban de desayunar lo que él quería.
-     ¿Qué es lo que desayuna  usted, entonces?
-      Lo normal: galletas con “casera”.  (“La casera” es una marca muy conocida de gaseosa).
-      Bueno, es probable que no haya gaseosa en el hospital – le dijo su médico.
-    ¿Quién habló de gaseosa? – replicó el paciente extrañado -. Yo me refiero al aguardiente de casa (casera) en el que mojo las galletas, que es la única forma de que me las coma.

                     Probablemente, la recuperación de este nonagenario sea más rápida y satisfactoria manteniendo sus costumbres matutinas, aunque éstas no nos parezcan muy ortodoxas, pero que son de eficacia probada dada la buena salud física y mental de la que presumía.