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domingo, 30 de diciembre de 2012

AGUARDIENTE Y OTRAS HIERBAS


Las personas que vivimos en Galicia, donde los recursos son escasos, aprendemos desde pequeños que una cosa tiene siempre varias utilidades. Es lo que ocurre por ejemplo con el aguardiente (ver la entrada “El misterio de la abuela que mordía”), bebida espirituosa que se puede tomar sola o como potenciadora del sabor del café (el famosísimo café con “gotas”). Además, a lo largo de los siglos se ha utilizado, por sus bien probadas propiedades medicinales, como analgésico, antiséptico cuando nadie tenía agua oxigenada en casa, ungüento... La gente no estaba menos sana y era mucho más feliz. Ahora tenemos un producto para cada cosa, un botiquín lleno de medicamentos caducados y los armarios llenos de cachivaches inútiles. Antes, teniendo una botella de aguardiente a mano, tu vida estaba a salvo. Actualmente, con los recortes de la sanidad, tendremos que volver a lo tradicional, lo de toda la vida que tan buen resultado les dio a nuestros mayores.
 
La podemos usar para desayunar, con el cafecito, que la vida está muy dura y cualquier ayuda extra que tengamos nos viene bien. ¡Qué distinto es ir a trabajar con o sin aguardiente! Es nuestro “Ginseng” particular, al que sólo le falta el marketing que le han hecho los chinos al suyo, que es infinitamente peor.

Como analgésico es mucho más eficaz que la morfina, que te atonta. Es habitual que se use para los dolores de muelas e intestinales. Una vez vino una abuela medio borracha porque le dolía la barriga y había estado toda la tarde con chupitos de aguardiente, que eran “buenísimos” para el intestino. Claro que no sirve cuando tienes apendicitis, porque nos puede pasar lo que a esta pobre, que lleguemos perforados. Además, mucha gente mayor la usa para las populares “friegas”. ¿Quién va a usar una pomada antiinflamatoria pudiendo darse unas friegas con aguardiente? Te deja la piel como nueva y un aroma espectacular.

También se han descrito unos usos capilares muy interesantes. Esto lo aprendí de mi bisabuela, quien se lavaba el pelo por lo menos una vez por semana con aguardiente. Falleció a los 94 años sin una sola cana. No recuerdo si después le echaba champú. Debería haberme fijado más, pero sólo la veía deshaciendo su trenza larga estilo Pocahontas, echándose el aguardiente por toda la cabeza, frotando con energía, dejando secar el pelo y después, vuelta a hacerse la trenza y a ponerse el pañuelo negro bien ajustadito para no coger frío. Recientemente, me han contado que hay señoras que se toman una copita de aguardiente antes de ir a la peluquería porque dicen que así les coge mejor el tinte... ¡Cualquiera sabe! Puestas estas dos propiedades en una balanza, yo prefiero echarme el aguardiente por encima del pelo y no tener que teñirme.
Así que ya sabéis: hay que tener siempre una botella de aguardiente a mano. Es barata y te da energía sin límites, te quita los dolores, te mantiene el color y el peinado... Y si no te funciona para ninguna de las utilidades anteriores, por lo menos te ayudará a olvidar las penas. ¡Salud asequible a todos los bolsillos!

domingo, 23 de diciembre de 2012

LAVAR Y PLANCHAR

Soy una gran defensora de los remedios caseros porque forman parte de una tradición, a veces centenaria, de sabiduría popular transmitida por generaciones. Las abuelas a las hijas, éstas a las nietas y así sucesivamente. Casi todo este conocimiento proviene de la fórmula ensayo-error, de cuando ir al médico no era ni siquiera un lujo porque el más cercano estaba a cientos de kilómetros. Hoy en día tenemos médico de familia, centro de salud, PAC de urgencias, hospital, teléfono de urgencias... pero siempre hay quien prefiere la “consulta de barrio”.
Este es el caso de María, a la que el picor de ojos no le dejaba ni dormir. Llevaba varios días rasca que rasca y nada. Decidió consultar con su vecina. Desde hacía años tenían esa costumbre. Cuando una estaba enferma, consultaba con la otra y viceversa. Si el remedio no funcionaba, entonces iban al médico. Así que la vecina le dijo que lo mejor era lavarse los ojos con suero estéril. Como es muy raro que alguien tenga suero estéril en casa y la farmacia le quedaba a desmano, decidió fabricarlo con una receta casera inventada por ella. ¿Cómo se puede hacer suero estéril? Supuso que estéril significaba "sin gérmenes", bien limpio. Luego lo mejor sería echar unas cucharadas de detergente Colón en un vaso de agua, remover, mezclar bien y después lavarse los ojos. No sólo no se le pasó el picor, sino que llegó a urgencias con los ojos rojos, ulcerados y medio ciega.
Otro caso de víctima de remedio casero fue el de un paciente que empezó a quejarse a su mujer de que le dolía la espalda. Ésta, no le hizo mucho caso, pero ante la insistencia, le aplicó todo lo que la sabiduría popular aconseja en estos casos: friegas con aguardiente, cataplasmas de hierbas varias, una faja que le prestó una vecina que su marido había padecido de lo “mismito”, incluso le dió algún antiinflamatorio. Cualquier cosa antes que llevarlo al médico (a donde podía haber ido él solito, por otra parte). Sin embargo, otra vecina que entendía mucho más, le dijo que a ella lo que mejor le había funcionado era aplicar calor allí donde estaba el dolor. Así que, en un exceso de celo, decidió que la clásica bolsa de agua caliente no era suficiente. Ella estaba decidida a que su marido se curase lo antes posible, ya que estaba harta de sus quejas. Enchufó la plancha, la puso a máxima potencia, le mandó quitarse la camisa y se la puso en la espalda. Cuando el pobre hombre dio el primer grito de dolor, le dijo que se callase, que era un quejica y que aquello era para ponerse bien. Pero el pobre hombre no podía más y de un manotazo apartó la plancha. La quemadura con la que vino a urgencias tenía la forma de la plancha, con sus agujeritos del vapor y todo. ¡Una preciosidad!  

viernes, 14 de diciembre de 2012

¿USTED TIENE LA THERMOMIX?

La venta y el marketing tienen sus propios caminos que consisten en intentar convencerte de que necesitas el producto que quieren venderte y que si no  lo compras vas a ser muy infeliz. Las vendedoras de Thermomix  son unas grandes expertas en colocar un aparato que no necesitas, que cuesta mucho dinero y que luego, en la mayoría de los casos, no usas. Cada una tiene su propia técnica que aplica con más o menos éxito y estilo, y que ha ido depurando de tal manera que es muy difícil que puedas escapar. Hace poco fui víctima de  una en la consulta. Yo intentaba explicarle sus análisis, en los cuales aparecían unos anticuerpos que había que estudiar más a fondo. A medida que iba hablando, me daba cuenta de que su mente no estaba en los análisis ni en los anticuerpos. Estaba claramente en otro tema. De repente me dice:
-          ¿Usted tiene la Thermomix?
-          Pues si...Verá usted,  estos anticuerpos que tiene...
-          Ahora hay un oferta muy buena en que le sale por muy poco dinero al mes.
-          Ya, pero yo ya tengo la Thermomix. Tiene que repetirse estos anticuerpos en tres meses.
-          Le cobran una cuota fija y en 12 meses la tiene pagada.
La paciente seguía a lo suyo y  yo empezaba a mosquearme, porque a mi, ni siquiera me gusta cocinar.
-          Señora, a ver si me escucha. Le estoy diciendo que ya tengo la Thermomix y que no voy a comprarle otra- le dije lo más seria que pude.
-          ¿Cómo que tiene la Thermomix?- me dice asombrada, como si hubiese sido la primera vez que oía semejante cosa.
Y entonces, para examinarme y comprobar si efectivamente decía la verdad y no estaba queriendo deshacerme de ella, me pregunta:
-          ¿Cómo se hace el arroz con leche en la Thermomix?
Me levanté de la silla,  abrí la puerta, le hice un gesto de vaya saliendo y dije:
-          Que pase el siguiente.
Sin embargo, aún tenía un as en la manga. No daba el asunto por perdido y pensaba quemar hasta el último cartucho. Así que, antes de salir, lo intentó una última vez.
-          Bueno, por si acaso, le dejo aquí mi tarjeta porque si decide comprar la Thermomix, yo le hago un buen precio.
Así que ahora, cada vez que veo la dichosa Thermomix adornando en un rincón de la encimera, me dan ganas de venderla en una feria de cachivaches y entonces, dentro de tres meses, cuando vuelva a la consulta, pueda aceptar esa oferta tan maravillosa y aprender a hacer el arroz con leche. ¡Nunca es tarde!

domingo, 9 de diciembre de 2012

SI JUEGAS CON FUEGO, TE QUEMAS

 Esta semana una noticia nos ha conmocionado: entran a robar en casa de un ex-narcotraficante, le rocían con gasolina y le queman los genitales. Lo que se llama  hacerte unos huevos fritos. El tema suscitó todo tipo de comentarios, más o menos ocurrentes y malévolos. A mi me hizo recordar a una abuela octogenaria a la que sus nietos decidieron llevar a la playa la noche de San Juan para cumplir con la tradición de las hogueras. Según ésta, cuando el fuego ya ha quemado casi todo lo que tiene que quemar y sólo quedan rescoldos en la fogata, la gente salta por encima y pide un deseo. Para esto se requiere que los huesos y articulaciones estén en buen uso. Si llevas 20  años caminando con bastón, es mejor que no saltes. Pero al ver a los demás saltar sin dificultad, la abuela decidió que ella también podía. Pero, ay!... Los saltos acrobáticos son peligrosos y por encima del fuego peor. Cayó en medio de la hoguera y sufrió quemaduras muy importantes en lo que se llama propiamente los bajos fondos, que son los que inicialmente contactaron con las llamas. Y claro, explica tú luego en urgencias, donde lo primero que hacen es preguntarte la edad, que esas quemaduras son por saltar la hoguera de San Juan. Verás que risa!
El tema de usar un acelerante para darle más brío al fuego también es muy conocido. Siempre viene alguno que le echó gasolina a los rastrojos, al churrasco... y acaba en la unidad de quemados. Hace un tiempo tuvimos el caso de un hombre cuyo mayor orgullo era su cabellera. Era el símbolo de su eterna juventud y de su vigor sansoniano. Desde qué hizo la mili, hace ya 30 años, y descubrió que su almohada se poblaba de pelos que perdía por las noches, su obsesión era quedarse calvo. Es por eso que no fue al médico, sino que se consultó con el compañero de catre, el cual le contó su secreto. Este secreto lo guardaba celosamente desde los 20 años y consistía en friegas diarias y enérgicas con gasolina por todo el cuero cabelludo. Y así día tras día, hasta aquella fatídica mañana en que después del ritual habitual, decidió encender la estufa de butano. Se agachó y parte del pelo fue hacia delante donde prendió la llama de la estufa. Después de las friegas enérgicas, la tragedia estaba servida. Una llamarada acabó con sus treinta años de cuidados capilares. No le quedaron ni las cejas. En urgencias solo pedía una cosa:
- Un espejo, necesito un espejo- repetía a todos los que pasábamos por allí.

Su mujer decía:
-       No se lo deis que sí se ve así, se muere.

domingo, 2 de diciembre de 2012

CONSULTORIO EN LA PELUQUERIA



Hace unos días, vino una paciente de ochenta y todos (años) porque le habían dicho que tenía anemia. Lo primero que nos contó es que ella no se fiaba mucho de los médicos, porque le parecíamos unos exagerados y que nunca dábamos una (¡cuánta razón!). Con este preámbulo, nos faltó tiempo para animarla a que nos contase. Aquí hay tomate para el blog, pensé disimuladamente.
                - Pero mujer, ¿por qué dice eso?- le dijimos poniendo cara de circunstancias.
                -Pues porque hace muchos años fui a don fulano -un cardiólogo buenísimo que conocía mi marido, que en paz esté-  que me dijo que tenía el corazón muy grande y que no iba a tener más hijos.  Todavía tuve otros cinco, o sea que me acertó muy bien.
                -Bueno, eran otros tiempos. No sé si era buen médico, pero desde luego no tenía el don de la adivinación. ¿Y hoy por qué viene?- le pregunté.
                - Pues mire, hoy por la mañana  fui a la peluquera de siempre que me conoce muy bien y que me dijo: - Fulana, lo tuyo es rarísimo. No te cogen nada bien los rulos esta semana. Vete al médico que seguro que tienes anemia-. Y aquí estoy, porque debo tener muchísima anemia. Lo raro es que me encuentro muy bien, así que no sé yo...
Los síntomas de la anemia son el cansancio, la palidez, uñas quebradizas, taquicardia… En mi libro no viene el que no te cojan los rulos en la peluquería. Es una pena que los análisis de la señora estuviesen perfectos y que incluso pudiese ser donante de sangre por la cantidad de glóbulos rojos que tenía. Ya veía mi nombre escrito en los libros de medicina futuros: “el signo del rulo caído” como marcador de la anemia en ancianas. ¡Lástima! ¡Otro premio Nóbel que se me escapa!