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domingo, 2 de noviembre de 2014

PRINCIPIO DE HIPOCONDRÍA

                 Los que tienen un "principio de hipocondría" están de suerte. Actualmente, la medicina avanza de día en día, de hora en hora y de minuto en minuto, de tal manera que siempre existe algún análisis más que se puede pedir, alguna técnica o máquina nueva que se pueda probar, e incluso, algún médico nuevo que pueda emitir un diagnóstico nuevo sobre algún síntoma irrelevante. Si no les hacen demasiado caso en la medicina tradicional, pueden probar con la alternativa. Una técnica que se ha puesto muy de moda es la Reflexología, que básicamente consiste en que cuando te palpan la planta del pie, en realidad te están tocando otra parte del cuerpo: hígado, riñones, pulmón, o lo que sea. Así, este masaje en el pie, tendría un efecto terapéutico beneficioso en otras zonas del cuerpo, en general inaccesibles. Además, si te tocan y te duele, es que estás mal de ahí. Una amiga mía decidió celebrar su cumpleaños con una sesión de Reflexología. Acudieron varias amigas con ella dispuestas a dejarse tocar los pies y así mejorar su hígado, riñones, pulmones, estómago... Cada una en su cabina y cada una con su masajista. Todas encantadas con su terapia menos mi amiga, cuyos "ay-es" se escuchaban de punta a punta. Salió de allí convencida de que no tenía sana ninguna parte del cuerpo. 

               Esta última temporada nota el pálpito de que le puede dar un ictus. Sin embargo, sigue sin plantearse dejar de fumar esa cajetilla diaria que tanto le gusta. ¡Hay que preocuparse, pero sin pasarse! tal es su miedo que un día fue al estanco a comprar tabaco y en lugar de pronunciar "cajetilla", dijo algo ininteligible que no se parecía en nada a esa palabra. Notó claramente cómo se le trababa la lengua y cómo el estanquero  la miraba con extrañeza. "Ya está -pensó-, me está dando un ictus". Por fin consiguió pronunciar correctamente "cajetilla", la pagó y se fue. De camino a casa iba repitiendo como un mantra: cajetilla, cajetilla, cajetilla...Durante varias semanas hizo ejercicios de pronunciación a modo de rehabilitación de su ictus imaginario: "el cielo está enladrillado, ¿quién lo desenladrillará?... Y además, decidió avisar a su marido con una orden clara y concisa (la única forma en que los hombres entienden):

- Si cualquier día me oyes hablar mal, llévame inmediatamente al hospital -le dijo haciendo hincapié en "inmediatamente".
- Si hablas mal, ¿cómo? ¿Si dices tacos? -preguntó perplejo.
- Mal de pronunciar mal las palabras, que puede ser un ictus.
- ¡Ah, vale! -respondió sin extrañarse lo más mínimo. Cuando uno está casado con un hipocondríaco, no debe exaltarse con nada porque puede empeorar el cuadro.

   En este caso, quizá el no ser capaz de pronunciar la palabra "cajetilla" pueda ser un buen método para dejar de fumar.O quizá, no. ¡Estamos expectantes!