Translate

English plantillas curriculums vitae French cartas de amistad German documental Spain cartas de presentación Italian xo Dutch películas un link Russian templates google Portuguese foro de coches Japanese catálogos de Korean entrevistas a Arabic Chinese Simplified

viernes, 18 de septiembre de 2015

EL HOMBRE TRANQUILO







El pueblo donde vive nuestro “hombre tranquilo” tiene cierto parecido con Innisfree, aquel idílico lugar de Irlanda a donde Sean Thornton regresó para acabar sus días como un buen irlandés. En él, al igual que en Innisfree, las tabernas están nutridas con lo mejor de cada casa, los habitantes son sui géneris, y el ambiente resulta de lo más pintoresco. Ahí se acaban las similitudes porque, pese a lo agradable que pueda resultar a priori, en ese lugar ocurren los sucesos más extraños.

Nuestro protagonista llevaba una vida muy apacible, compartiendo la casa familiar con un primo por parte de madre de su misma edad, soltero como él. El contacto que tenían estos dos mozos casaderos con sus vecinos se producía a diario en las diferentes tabernas de la zona. Fuera de ahí, cada uno en su casa y Dios en la de todos. Los dos constituían la quintaesencia del arquetipo de “los hombres tranquilos”. Es decir, individuos  que no se inmutan ante nada, y que solucionan sus problemas de la forma más práctica posible. Eso si, sin estrés, que es muy malo para el corazón. La tarde de autos salió de casa a las cinco, supongo que para realizar su ronda diaria de contacto vecinal, pero esto último no he podido confirmarlo. Sin saber cómo ni porqué, cayó al suelo, con tan mala suerte que fue incapaz de levantarse por si mismo. No es muy mayor, acaba de cumplir los sesenta y cinco, pero se ve que los kilos de más que tiene, sumados a la fuerza de la gravedad, le impidieron alzarse sobre sus piernas. Allí estuvo, según me relató, esperando a que llegase su primo. No llamó por el teléfono móvil a nadie, ni dio voces por si le oía algún vecino. Nada de nada. El “hombre tranquilo” se acomodó sobre el duro suelo y esperó plácidamente a que llegase su familiar. A las dos de la madrugada regresó el que, en principio, debería ser su salvador. Forcejearon los dos contra los kilos y la fuerza de la gravedad, sin resultado. El primo, que como hemos dicho antes, también pertenece a la estirpe de “los hombres tranquilos”, tampoco pensó en llamar a emergencias, ni a Protección Civil, ni a los bomberos, ni a nadie. La solución para él fue cubrirle con una mantita para que no pasase frío, darle la pastilla de la tensión y dejarlo a la intemperie toda la noche. Él se fue a la cama que venía muy cansado y, como decía Escarlata O’Hara, “ya lo pensaré mañana”. Los dos durmieron muy bien, según me informó el de la mantita:

-         Estaba una noche muy buena, doctora, y no pasé ni frío ni calor. Dormí de un tirón. Desperté por la mañana a las nueve muy, muy descansado- insistía una y otra vez.

Todavía tuvo que esperar una hora más a que su primo se despertase y fuese a llamar a otro primo para ver si lo levantaban entre los dos. Una vez comprobado que no eran capaces, por fin, avisaron a una ambulancia cuyo personal trasladó al hospital al paciente unas veinte horas después de haberse caído.

No sé qué pensaría John Ford de estos dos personajes ni de sus aventuras. De lo que estoy segura es que, si los conociese, les daría algún papel en alguna de sus películas más emblemáticas, preferentemente en “El hombre tranquilo”. 

 

martes, 8 de septiembre de 2015

EL PIERCING VIAJERO


Agujerearse la nariz, la lengua, el ombligo o cualquier otra parte del cuerpo para ponerse un piercing me parece bastante absurdo, pero allá cada quién. Llevar pendientes es algo similar aunque, por lo que he visto en algunos museos, las mujeres de hace cinco mil años ya se agujereaban las orejas para colgárselos. Supongo que sería un signo de belleza y de rango social. Sin embargo, los piercings que algunos lucen hoy en día son de todo menos estéticamente bellos.

A veces nos llega a urgencias algún que otro problemilla relacionado con estos artilugios: infecciones, reacciones alérgicas… Esta semana acudió una chica joven, contando un problema que he bautizado como “el caso del piercing viajero”.

-         Vengo porque hace mes y medio me tragué el piercing que tenía en la lengua y ahora me está saliendo por el sobaco- le relató seriamente al médico de urgencias.

Parecía como si al piercing no le hubiese gustado la ruta natural que sigue todo lo que comemos, y hubieses decidido tomarse un atajito hasta llegar al sobaco del brazo izquierdo.

Cuando vio la cara de incredulidad que ponía el médico, aportó una información complementaria que probablemente estaba destinada a que no la tomase por loca.

-         A varias amigas mías les ha pasado lo mismo. También se han tragado un piercing y les ha salido por el sobaco.

-         Ya… a ver, déjame ver el sobaco.

Tras echarle un vistazo, el caso estaba claro.

-         Mira, esto no es el piercing saliendo por ahí, lo cual es imposible además. Es un pelo que al depilarte se te ha quedado bajo la piel y se ha infectado. Te voy a dar una pomada antibiótica y en unos días se te cura.

-         Pero, ¿y dónde está el piercing?

-         Lo habrás echado con la caca…

-         ¡Qué dices! ¿Y me tenéis hora y media esperando para darme solo una pomada?- replicó enfadadísima.

Yo creo que ha sido una espera muy productiva, ya que ha aprendido que lo que se traga por la boca sale de forma natural por el ano y no por el sobaco. ¡Es una clase de biología gratis!