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domingo, 26 de marzo de 2017

LA ABUELA QUE LLAMÓ A TELEPIZZA.

-          Supe que era una mujer especial desde que ingresó  a los noventa y dos años con un infarto de miocardio masivo y sobrevivió contra todo pronóstico. “No tengo ningunas ganas de morirme”, me decía. “Así que ese dolor que tuve en el pecho fue del corazón. ¡Quién lo hubiera sospechado!”, comentaba sorprendida. Durante varios días se debatió entre la vida y la muerte, todo ello aderezado con un cuadro de confusión que le hacía ver toda clase de bichos paseándose por las paredes. Sus hijas le explicaban una y otra vez que se encontraba en el hospital y ella les respondía que la estaban engañando, que no entendía por qué la habían llevado al zoológico. Finalmente, la fase aguda pasó y a la hora del alta, decidieron que lo mejor es que fuese a vivir a una residencia de ancianos donde estaría mejor atendida. Con el susto aún en el cuerpo aceptó dócilmente lo que su familia le propuso, aunque ya se atisbaba una pizca de rebeldía cuando antes de marcharse me comentó: “en cuanto esté mejor, me vuelvo para mi casa”. Esta semana la he visto en la consulta de revisión tras el alta y, por supuesto, le pregunté por su estancia en la residencia. “No está mal. Es bonita. Lo jardines están bien, pero la comida es una mierda”. Sus hijas murmuraron un “por Dios, mamá”, y ella continuó: “una auténtica mierda. Fíjate cómo será que esta semana tuve que llamar a Telepizza. Y las arpías de recepción me la confiscaron”. Al parecer, se cameló a uno de sus nietos para que le buscase el número de teléfono. El pobre, jamás pensó que la abuela se atreviese a semejante aventura. Para horror de sus hijas, que el acompañaban en la consulta, le sugerí que la próxima vez llamase a Teletortilla. “Estupendo – comentó-. ¿No tendrás por ahí el número, verdad?”

-          ¡Mamá, por Dios!, fue lo último que les oí decir mientras salín apresuradamente de la consulta. 

sábado, 19 de noviembre de 2016

VENGO A QUE ME HAGAN UN TRASPLANTE

        En España somos líderes en donaciones de órganos y, por tanto, en trasplantes. Lo que hace no mucho tiempo podía sonar a ciencia ficción, hoy en día es una realidad cotidiana. Por eso, no es extraño que algunos pacientes le pregunten a su médico si su enfermedad no se solucionaría con un trasplante. Los hay que van más allá y llegan a la consulta pidiendo un órgano concreto, e incluso aportan el donante. Así, un hombre de edad cercana a los sesenta llegó al urólogo y le explicó el motivo de su visita:

- Vengo a que me hagan un trasplante de testículo.

El médico, asombrado, le preguntó por qué quería trasplantarse precisamente un testículo, y a esa edad. 

- Verá doctor, es que me ha casado con una chica joven que quiere tener hijos y, aunque llevamos un tiempo intentándolo, la cosa no funciona. Así que se lo comenté a un vecino que tiene seis hijos y, por lo tanto, es un experto en el tema. Hice todo lo que me dijo y cómo me dijo. Pero nada. No hubo manera. Así que un día se me ocurrió que teniendo uno de sus testículos, que son de fertilidad probada, yo también podría tener un hijo. Se lo planteé y me dona uno por tres mil euros. Usted, lo único que tiene que hacer es operarnos a los dos. A él le quita un testículo y me lo pone a mí, y asunto arreglado.

viernes, 30 de septiembre de 2016

CÓMO HACER QUE UN PACIENTE DEJE DE FUMAR DE FORMA EFECTIVA

Hoy he descubierto un nuevo método para que mis enfermos dejen de fumar, y pienso patentarlo.

Tengo un paciente que sufre una enfermedad pulmonar obstructiva crónica muy avanzada con oxígeno en domicilio. Además, tiene una máquina por la noche para su problema de retención de carbónico. La tiene, pero no la usa. Tampoco deja de fumar como una chimenea, día y noche. Hace poco, fumó con el oxígeno puesto, se produjo una deflagración y se le quemaron los morros.
Todo se lo toma a chirigota. Le da igual que le diga más o menos enfadada que tiene que ponerse la máquina y que hay que dejar de fumar.


Así que hoy, cuando he pasado visita y he auscultado su pulmón cada vez más atascado, he puesto mi mejor y mi más encantadora sonrisa y le he preguntado si tiene al día las cuotas del seguro funerario.

- Por supuesto- contestó muy ufano.
- Estupendo-le dije sin dejar de sonreír cínicamente- porque muy pronto lo va a necesitar.


Salí por la puerta mientras veía su cara de susto. Ahí lo he dejado, meditando. Creo que esta vez sí que se va a tomar en serio mis consejos.