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domingo, 30 de diciembre de 2012

AGUARDIENTE Y OTRAS HIERBAS


Las personas que vivimos en Galicia, donde los recursos son escasos, aprendemos desde pequeños que una cosa tiene siempre varias utilidades. Es lo que ocurre por ejemplo con el aguardiente (ver la entrada “El misterio de la abuela que mordía”), bebida espirituosa que se puede tomar sola o como potenciadora del sabor del café (el famosísimo café con “gotas”). Además, a lo largo de los siglos se ha utilizado, por sus bien probadas propiedades medicinales, como analgésico, antiséptico cuando nadie tenía agua oxigenada en casa, ungüento... La gente no estaba menos sana y era mucho más feliz. Ahora tenemos un producto para cada cosa, un botiquín lleno de medicamentos caducados y los armarios llenos de cachivaches inútiles. Antes, teniendo una botella de aguardiente a mano, tu vida estaba a salvo. Actualmente, con los recortes de la sanidad, tendremos que volver a lo tradicional, lo de toda la vida que tan buen resultado les dio a nuestros mayores.
 
La podemos usar para desayunar, con el cafecito, que la vida está muy dura y cualquier ayuda extra que tengamos nos viene bien. ¡Qué distinto es ir a trabajar con o sin aguardiente! Es nuestro “Ginseng” particular, al que sólo le falta el marketing que le han hecho los chinos al suyo, que es infinitamente peor.

Como analgésico es mucho más eficaz que la morfina, que te atonta. Es habitual que se use para los dolores de muelas e intestinales. Una vez vino una abuela medio borracha porque le dolía la barriga y había estado toda la tarde con chupitos de aguardiente, que eran “buenísimos” para el intestino. Claro que no sirve cuando tienes apendicitis, porque nos puede pasar lo que a esta pobre, que lleguemos perforados. Además, mucha gente mayor la usa para las populares “friegas”. ¿Quién va a usar una pomada antiinflamatoria pudiendo darse unas friegas con aguardiente? Te deja la piel como nueva y un aroma espectacular.

También se han descrito unos usos capilares muy interesantes. Esto lo aprendí de mi bisabuela, quien se lavaba el pelo por lo menos una vez por semana con aguardiente. Falleció a los 94 años sin una sola cana. No recuerdo si después le echaba champú. Debería haberme fijado más, pero sólo la veía deshaciendo su trenza larga estilo Pocahontas, echándose el aguardiente por toda la cabeza, frotando con energía, dejando secar el pelo y después, vuelta a hacerse la trenza y a ponerse el pañuelo negro bien ajustadito para no coger frío. Recientemente, me han contado que hay señoras que se toman una copita de aguardiente antes de ir a la peluquería porque dicen que así les coge mejor el tinte... ¡Cualquiera sabe! Puestas estas dos propiedades en una balanza, yo prefiero echarme el aguardiente por encima del pelo y no tener que teñirme.
Así que ya sabéis: hay que tener siempre una botella de aguardiente a mano. Es barata y te da energía sin límites, te quita los dolores, te mantiene el color y el peinado... Y si no te funciona para ninguna de las utilidades anteriores, por lo menos te ayudará a olvidar las penas. ¡Salud asequible a todos los bolsillos!

domingo, 23 de diciembre de 2012

LAVAR Y PLANCHAR

Soy una gran defensora de los remedios caseros porque forman parte de una tradición, a veces centenaria, de sabiduría popular transmitida por generaciones. Las abuelas a las hijas, éstas a las nietas y así sucesivamente. Casi todo este conocimiento proviene de la fórmula ensayo-error, de cuando ir al médico no era ni siquiera un lujo porque el más cercano estaba a cientos de kilómetros. Hoy en día tenemos médico de familia, centro de salud, PAC de urgencias, hospital, teléfono de urgencias... pero siempre hay quien prefiere la “consulta de barrio”.
Este es el caso de María, a la que el picor de ojos no le dejaba ni dormir. Llevaba varios días rasca que rasca y nada. Decidió consultar con su vecina. Desde hacía años tenían esa costumbre. Cuando una estaba enferma, consultaba con la otra y viceversa. Si el remedio no funcionaba, entonces iban al médico. Así que la vecina le dijo que lo mejor era lavarse los ojos con suero estéril. Como es muy raro que alguien tenga suero estéril en casa y la farmacia le quedaba a desmano, decidió fabricarlo con una receta casera inventada por ella. ¿Cómo se puede hacer suero estéril? Supuso que estéril significaba "sin gérmenes", bien limpio. Luego lo mejor sería echar unas cucharadas de detergente Colón en un vaso de agua, remover, mezclar bien y después lavarse los ojos. No sólo no se le pasó el picor, sino que llegó a urgencias con los ojos rojos, ulcerados y medio ciega.
Otro caso de víctima de remedio casero fue el de un paciente que empezó a quejarse a su mujer de que le dolía la espalda. Ésta, no le hizo mucho caso, pero ante la insistencia, le aplicó todo lo que la sabiduría popular aconseja en estos casos: friegas con aguardiente, cataplasmas de hierbas varias, una faja que le prestó una vecina que su marido había padecido de lo “mismito”, incluso le dió algún antiinflamatorio. Cualquier cosa antes que llevarlo al médico (a donde podía haber ido él solito, por otra parte). Sin embargo, otra vecina que entendía mucho más, le dijo que a ella lo que mejor le había funcionado era aplicar calor allí donde estaba el dolor. Así que, en un exceso de celo, decidió que la clásica bolsa de agua caliente no era suficiente. Ella estaba decidida a que su marido se curase lo antes posible, ya que estaba harta de sus quejas. Enchufó la plancha, la puso a máxima potencia, le mandó quitarse la camisa y se la puso en la espalda. Cuando el pobre hombre dio el primer grito de dolor, le dijo que se callase, que era un quejica y que aquello era para ponerse bien. Pero el pobre hombre no podía más y de un manotazo apartó la plancha. La quemadura con la que vino a urgencias tenía la forma de la plancha, con sus agujeritos del vapor y todo. ¡Una preciosidad!  

viernes, 14 de diciembre de 2012

¿USTED TIENE LA THERMOMIX?

La venta y el marketing tienen sus propios caminos que consisten en intentar convencerte de que necesitas el producto que quieren venderte y que si no  lo compras vas a ser muy infeliz. Las vendedoras de Thermomix  son unas grandes expertas en colocar un aparato que no necesitas, que cuesta mucho dinero y que luego, en la mayoría de los casos, no usas. Cada una tiene su propia técnica que aplica con más o menos éxito y estilo, y que ha ido depurando de tal manera que es muy difícil que puedas escapar. Hace poco fui víctima de  una en la consulta. Yo intentaba explicarle sus análisis, en los cuales aparecían unos anticuerpos que había que estudiar más a fondo. A medida que iba hablando, me daba cuenta de que su mente no estaba en los análisis ni en los anticuerpos. Estaba claramente en otro tema. De repente me dice:
-          ¿Usted tiene la Thermomix?
-          Pues si...Verá usted,  estos anticuerpos que tiene...
-          Ahora hay un oferta muy buena en que le sale por muy poco dinero al mes.
-          Ya, pero yo ya tengo la Thermomix. Tiene que repetirse estos anticuerpos en tres meses.
-          Le cobran una cuota fija y en 12 meses la tiene pagada.
La paciente seguía a lo suyo y  yo empezaba a mosquearme, porque a mi, ni siquiera me gusta cocinar.
-          Señora, a ver si me escucha. Le estoy diciendo que ya tengo la Thermomix y que no voy a comprarle otra- le dije lo más seria que pude.
-          ¿Cómo que tiene la Thermomix?- me dice asombrada, como si hubiese sido la primera vez que oía semejante cosa.
Y entonces, para examinarme y comprobar si efectivamente decía la verdad y no estaba queriendo deshacerme de ella, me pregunta:
-          ¿Cómo se hace el arroz con leche en la Thermomix?
Me levanté de la silla,  abrí la puerta, le hice un gesto de vaya saliendo y dije:
-          Que pase el siguiente.
Sin embargo, aún tenía un as en la manga. No daba el asunto por perdido y pensaba quemar hasta el último cartucho. Así que, antes de salir, lo intentó una última vez.
-          Bueno, por si acaso, le dejo aquí mi tarjeta porque si decide comprar la Thermomix, yo le hago un buen precio.
Así que ahora, cada vez que veo la dichosa Thermomix adornando en un rincón de la encimera, me dan ganas de venderla en una feria de cachivaches y entonces, dentro de tres meses, cuando vuelva a la consulta, pueda aceptar esa oferta tan maravillosa y aprender a hacer el arroz con leche. ¡Nunca es tarde!

domingo, 9 de diciembre de 2012

SI JUEGAS CON FUEGO, TE QUEMAS

 Esta semana una noticia nos ha conmocionado: entran a robar en casa de un ex-narcotraficante, le rocían con gasolina y le queman los genitales. Lo que se llama  hacerte unos huevos fritos. El tema suscitó todo tipo de comentarios, más o menos ocurrentes y malévolos. A mi me hizo recordar a una abuela octogenaria a la que sus nietos decidieron llevar a la playa la noche de San Juan para cumplir con la tradición de las hogueras. Según ésta, cuando el fuego ya ha quemado casi todo lo que tiene que quemar y sólo quedan rescoldos en la fogata, la gente salta por encima y pide un deseo. Para esto se requiere que los huesos y articulaciones estén en buen uso. Si llevas 20  años caminando con bastón, es mejor que no saltes. Pero al ver a los demás saltar sin dificultad, la abuela decidió que ella también podía. Pero, ay!... Los saltos acrobáticos son peligrosos y por encima del fuego peor. Cayó en medio de la hoguera y sufrió quemaduras muy importantes en lo que se llama propiamente los bajos fondos, que son los que inicialmente contactaron con las llamas. Y claro, explica tú luego en urgencias, donde lo primero que hacen es preguntarte la edad, que esas quemaduras son por saltar la hoguera de San Juan. Verás que risa!
El tema de usar un acelerante para darle más brío al fuego también es muy conocido. Siempre viene alguno que le echó gasolina a los rastrojos, al churrasco... y acaba en la unidad de quemados. Hace un tiempo tuvimos el caso de un hombre cuyo mayor orgullo era su cabellera. Era el símbolo de su eterna juventud y de su vigor sansoniano. Desde qué hizo la mili, hace ya 30 años, y descubrió que su almohada se poblaba de pelos que perdía por las noches, su obsesión era quedarse calvo. Es por eso que no fue al médico, sino que se consultó con el compañero de catre, el cual le contó su secreto. Este secreto lo guardaba celosamente desde los 20 años y consistía en friegas diarias y enérgicas con gasolina por todo el cuero cabelludo. Y así día tras día, hasta aquella fatídica mañana en que después del ritual habitual, decidió encender la estufa de butano. Se agachó y parte del pelo fue hacia delante donde prendió la llama de la estufa. Después de las friegas enérgicas, la tragedia estaba servida. Una llamarada acabó con sus treinta años de cuidados capilares. No le quedaron ni las cejas. En urgencias solo pedía una cosa:
- Un espejo, necesito un espejo- repetía a todos los que pasábamos por allí.

Su mujer decía:
-       No se lo deis que sí se ve así, se muere.

domingo, 2 de diciembre de 2012

CONSULTORIO EN LA PELUQUERIA



Hace unos días, vino una paciente de ochenta y todos (años) porque le habían dicho que tenía anemia. Lo primero que nos contó es que ella no se fiaba mucho de los médicos, porque le parecíamos unos exagerados y que nunca dábamos una (¡cuánta razón!). Con este preámbulo, nos faltó tiempo para animarla a que nos contase. Aquí hay tomate para el blog, pensé disimuladamente.
                - Pero mujer, ¿por qué dice eso?- le dijimos poniendo cara de circunstancias.
                -Pues porque hace muchos años fui a don fulano -un cardiólogo buenísimo que conocía mi marido, que en paz esté-  que me dijo que tenía el corazón muy grande y que no iba a tener más hijos.  Todavía tuve otros cinco, o sea que me acertó muy bien.
                -Bueno, eran otros tiempos. No sé si era buen médico, pero desde luego no tenía el don de la adivinación. ¿Y hoy por qué viene?- le pregunté.
                - Pues mire, hoy por la mañana  fui a la peluquera de siempre que me conoce muy bien y que me dijo: - Fulana, lo tuyo es rarísimo. No te cogen nada bien los rulos esta semana. Vete al médico que seguro que tienes anemia-. Y aquí estoy, porque debo tener muchísima anemia. Lo raro es que me encuentro muy bien, así que no sé yo...
Los síntomas de la anemia son el cansancio, la palidez, uñas quebradizas, taquicardia… En mi libro no viene el que no te cojan los rulos en la peluquería. Es una pena que los análisis de la señora estuviesen perfectos y que incluso pudiese ser donante de sangre por la cantidad de glóbulos rojos que tenía. Ya veía mi nombre escrito en los libros de medicina futuros: “el signo del rulo caído” como marcador de la anemia en ancianas. ¡Lástima! ¡Otro premio Nóbel que se me escapa!

miércoles, 28 de noviembre de 2012

TRIBUS HOSPITALARIAS

Urgencias es un servicio con mucho trabajo, mucho stress… y una forma de aliviarlo es clasificando de forma correcta  a los pacientes que pasan por allí según la tribu a la que pertenezcan. “Triage”, le llama la gente seria. El "triage" clásico nos sirve para seleccionar y clasificar según prioridades de atención. Con esta variante del "triage" liberamos el stress y nos reímos un poco. Así, decimos que hay distintas  tribus que visitan urgencias:

1-     Los “PASOPAGOS”: a mi me tienen que hacer lo que yo les diga, que “pa eso pago” a la Seguridad Social.

2-     Los “ARAPAJOES”: me duele desde hace 1 mes, pero “ahora pa joer” vengo a las 3 de la mañana y que me miren bien.

         Puede haber un mestizaje entre Arapajoes y Pasopagos, dando lugar al PASOPAJOE, que es muy frecuente entre las 2 y las 6 de la madrugada.

3-     Los “PIESNEGROS”: son los que sólo se han lavado el pie del tobillo que se han torcido, y cuando les dices que se saquen el otro calcetín para ver el otro pie, ellos se mueren del corte y tú te mueres del asco.

4-     Los “BOOMERANGS”: les das el alta y a las 2 horas están de vuelta porque aún no les ha hecho efecto el tratamiento que no se han tomado.
- Es que me sigue doliendo- dicen.
- ¿Se ha tomado la medicación?- les preguntas.
-¡Uy!, no. Aún no la fui ni a comprar- te dicen-. Pero me sigue doliendo.

Otra forma de "triage" que solía practicar por las noches, es el del "color de  la bata". A las señoras las agrupaba según el color de la bata y apostaba con algún compañero cual era el motivo de consulta según cómo viniesen vestidas. El código era el siguiente:
1-     Síndrome de la bata rosa: señora con dolor abdominal, marido detrás sujetando el bolso. Diagnóstico de cólico de vesícula o también puede ser gastritis.
2-     Síndrome de la bata azul: señora que no respira. Puede ser asma, bronquitis, neumonía… Habitualmente sin marido.
3-     Síndrome de la bata verde: me duele todo. O sea, totalgia. Marido detrás sin bolso, esperando ansioso el veredicto que suele ser banal.
4-     Señora con bata estampada: puede ser cualquier cosa. Hay que esperar lo peor.

lunes, 29 de octubre de 2012

¿A USTED QUIEN LE PUSO ESE NOMBRE?


Nota: los nombres que aquí figuran no son los originales, pero las historias son absolutamente verídicas.

                Una persona que se dedica a la ciencia necesita mantener siempre activa su curiosidad para conocer el porqué de las cosas. La mía está tan activada siempre que, en ocasiones, tengo que cortarme un poco porque parezco Agatha Christie tratando de resolver un asesinato en lugar de un médico diagnosticando una enfermedad. Una de las cosas que más estimula mi curiosidad son esos nombres horribles que los padres ponen a sus hijos sin pensar que luego tendrán que cargar con ese estigma toda su vida. En el colegio, sus amigos no le pondrán mote: éste ya se lo pusieron sus padres al nacer. En el trabajo y entre sus vecinos no podrá pasar desapercibido, porque su nombre, al decirlo, siempre provocará una media-sonrisa.
    En una ocasión ingresó una señora en mis camas que se llamaba Rudesinda. Semejante nombre despertó mi curiosidad científica y me hizo preguntarle por qué se lo habían puesto sus padres.¿En qué estaban pensando?.
- No fueron mis padres, fue mi madrina. Tenía dieciséis ahijadas en el pueblo y a todas nos puso Rudesinda, que era como se llamaba y decía que le gustaba mucho su nombre. ¡Ay amiga!, pero a su hija no le puso ese nombre que tanto le gustaba. A su hija le puso Carmen -dijo con evidente enfado-. Si tanto le gustaba el nombre, que se lo hubiese puesto a su querida hija. 
Hay que ser... Ponerle a las dieciséis ahijadas el mismo nombre, y ¡qué nombre!.

    Otro día vi que me había ingresado una paciente que se llamaba María Caledonia. Mi imaginación se desbordó.¿Habría nacido en ese país? ¿Se lo habría puesto su padre porque había viajado allí o habría alguna santa en el martirologio romano con ese nombre? No podía mas; tenía que preguntarle.
- Y a usted, ¿por qué le han puesto este nombre?
- ¡Buff!, esto es una historia...
- Cuente, cuente...
- Cuando yo nací, mi padre pensaba que sería niño y tenía el nombre muy pensado.  Estaba tomándose algo en el bar del puerto y le fueron a avisar: -fulano, ha sido niña-.
No tenía previsto este contratiempo. Sus amigos empezaron a preguntarle: -¿Cómo le vas a poner?-. Él no tenía ni idea y los amigos del bar, impacientes, iban dando cada uno su opinión acerca del nombre: Carmen, Josefa, Pilar...  Salió del bar, respiró hondo y vió que estaba atracando un barco en el puerto. El barco se llamaba Nueva Caledonia. Entró en el bar y dijo: -ya está; le voy a poner María Caledonia-. Y aquí estoy...

sábado, 20 de octubre de 2012

PREGUNTAS SIN RESPUESTA EN MEDICINA

La historia de la humanidad está plagada de preguntas inicialmente sin respuesta y que poco a poco han ido teniendo una explicación lógica. Lo que antes era oscuro, se ha ido aclarando progresivamente y lo que nuestros antepasados atribuían a “meigas”, embrujos y “males de ojo”, hoy te lo explica hasta un niño de primaria. Ante las preguntas de mis pacientes suelo saber más o menos qué contestar, porque ya llevo unos años en esto y se las he oído antes a otros pacientes o familiares. Pero existen tres que siempre desconciertan y que es crucial saber responder porque te juegas tu prestigio de galeno. La primera la pongo en gallego porque creo que en ninguna otra parte de España hacen esta pregunta así. A saber:
1- E isto, ¿de onde ven pendido? Es decir, “y esto que me pasa, ¿de qué depende?”. No están pidiendo una explicación exhaustiva “fisioanatomogeneticopatológica”, sino algo tan simple como poder echarle la culpa al tabaco, al alcohol, al frío, al cambio de tiempo o a un catarro que tuvo hace cuarenta años y que, al parecer, quedó “mal curado”. Yo casi siempre le cargo el muerto al tabaco, que ya se sabe que tiene muy mala prensa y así les doy argumentos a esas pobres fumadoras pasivas que llevan cincuenta años con un marido fumador.

2- La segunda pregunta hace referencia al cáncer y la suele formular gente mayor. Les estás dando toda clase de explicaciones y cuando crees que te han entendido, te dicen:
-Entonces, ¿el cáncer que tiene es macho o hembra?
La primera vez que lo oí me quedé alucinada mirando a la mujer de un paciente con cara de “no sé de que me hablas”. Me lo tuvo que explicar ella.
-          Si es macho es que se puede hacer algo, pero si es hembra es que tiene “hijos” (metástasis) y ya no hay nada que hacer.
Desde luego, la sabiduría popular es impresionante y clarificadora.

3- Y ya por último, esa pregunta que en algún momento hemos sufrido  todas las mujeres que nos dedicamos a esto. Después de hacer una historia clínica completa y haberles explorado todo (incluido un tacto rectal), y haberles dado toda clase de explicaciones sobre lo que les pasa y el tratamiento que tienen que tomar, ellos van y hacen la pregunta del millón:
            - Muy bien señorita todo lo que me ha dicho, pero, ¿el médico cuándo va a venir a verme?
¡Cómo describir la cara que ponen cuando les dices: el médico soy yo!

domingo, 14 de octubre de 2012

CONFIANZA CIEGA



Mis pacientes son entrañables, amables, graciosos, simpáticos… pero siempre se guardan un “as en la manga”, como buenos gallegos. Yo, como soy autóctona, suelo entender las vueltas que dan, a dónde quieren ir y si van…o vienen. Pero a veces me pillan fuera de juego, o como decimos en Galicia: “en la berza”.
Así, sucede que ingresa por ejemplo un paisano por un problema respiratorio. Está una semana a mi cargo y todos los días le veo, le ausculto, le explico cómo va…Todos los días charlamos un rato y me entero de cómo se llama su mujer, sus hijos, sus nietos, su perro, su comida favorita, cuándo son las fiestas de su pueblo a las que de paso me invita, la emisora de radio que escucha, en qué trabajó cuando era joven y todas la enfermedades que tuvo desde que nació, aunque fuese un simple grano. En fin, confianza total, pienso yo ingenuamente. Una semana da para mucho y mi curiosidad es insaciable. Va mejorando, nos hacemos casi amigos y llega un día en que ya respira perfectamente. Creyendo que le voy a dar un alegrón le digo:
-         Bueno, don Fulano, está usted muy bien. Mañana se va de alta.
Entonces me mira, frunce el ceño y me contesta:
-         Y entonces, este dolor que tengo en la pierna ¿de qué es?
¿Qué dolor?, ¿qué pierna? Nunca me ha dicho nada de ninguna pierna dolorida. Me sé todo de él y de su familia y nunca he oído nada de ninguna pierna. Trato de respirar profundo y mantener la calma:
-         Pero, ¿usted no vino porque no respiraba?
-         Bueno, sí. Pero yo vine con la pierna mal y me voy exactamente como llegué o aún peor.
-         Pero si está muy bien de la respiración. Si puede subir y bajar el Everest sin sherpa y sin oxígeno.
El remate suele ser la mujer, que invariablemente pone el broche final y sentencia:
            - Pues yo, así como está no me lo llevo.
            - ¿Pero desde cuándo tiene mal esa pierna?
            - Bueno, hace cuarenta años tuvo un accidente laboral…

Si no fuese por lo que me río con ellos, a veces me entran ganas de…

viernes, 12 de octubre de 2012

CRONICAS DESDE LA BAÑERA


 

Como todos sabemos desde pequeños, una bañera es un recipiente donde uno se mete y se toma un baño. Desde la aparición de las primeras bañeras que están datadas en el 1.800 a.d.C. en Babilonia, éstas han cambiado la forma, los materiales, la ubicación… pero su uso sigue siendo el mismo: llenarla de agua, sumergirse y darse un baño más o menos largo. Algunas personas le han encontrado utilidades variadas: lo mismo sirve para lavarse que para meter unas plantas y regarlas con la ducha como si les cayese una lluvia tropical, o unas tortuguitas que deben pensar que aquello es el océano, o unos zapatos...
Sí, sí, unos zapatos. Cuando era estudiante, un día llegué a casa y me encontré la bañera llena de zapatos del número 45. Vivíamos 5 chicas y la que más número usaba era yo y calzaba el 39. Eran del novio de una de las que vivía conmigo y se los había traído para limpiárselos “bien” porque él no sabía. Ni que decir tiene que salieron los zapatos volando de la bañera y por poco se los tiramos por el balcón.

 La semana pasada acudió un paciente por picor muy intenso por todo el cuerpo desde hacía dos semanas. Venía lleno de rascazos y arañazos por piernas, brazos, abdomen…con la piel enrojecida. Parecía que se había caído en unas zarzas y revolcado bien a gusto. Le pregunto:
-         ¿No ha ido a su  médico de cabecera ?
-         Sí, fui hace unos días.
-         ¿Y qué le dio?
-         Bueno, no llegué a entrar porque me dijo una vecina que me metiese en la bañera a medio llenar, que le echase 6 cucharadas de Maizena y que me quedase allí de remojo por lo menos una hora. Toda la semana lleno de grumos y el picor no se me pasó.
Me lo imaginé llenando la bañera, yendo al super a por la Maizena y contando las cucharadas escrupulosamente -una, dos, tres...-, removiendo el agua con sus grumitos y poniéndose a remojo. Y así, 2 semanas de engrudo por toda la piel. Si por lo menos le hubiese echado 2 huevos y un poco de levadura, le habría salido un bizcocho.

sábado, 6 de octubre de 2012

CRÓNICAS TRAUMATOLÓGICAS


Por la especialidad de traumatología acabamos pasando todos en algún momento de nuestra vida. Es posible que nos libremos del endocrino, del otorrino, del dermatólogo, del cardiólogo… pero, ¿quién no se ha roto algún hueso de pequeño? Después, a medida que vamos cumpliendo años, ¿a quien no le ha dolido la espalda alguna vez? Y cuando seamos viejecillos será la cadera, la columna, el desgaste de rodilla… ¡Hay tantos huesos en el cuerpo!
Hay gente que los temas de huesos los solucionan con una visita a lo que en Galicia llamamos “compoñedor” que viene siendo un listo del pueblo que un día dijo que sabía arreglar huesos y tendones, sin título que lo acredite y que monta una consulta donde te da unos masajes y te saca una pasta de dinero (todo en negro, of course). Por supuesto dice que cobra “la voluntad” y generalmente las colas de gente le dan varias vueltas al chiringuito. Después, si el mal no se soluciona, acaban yendo al traumatólogo. En la foto tenéis un ejemplo real. El cartel es muy atrayente para el tipo de clientela que buscan estos sujetos y la casa con sólo ladrillos, uralita en el tejado, plástico azul y malla metálica es un buen ejemplo del “feísmo arquitectónico” que demuestra que el dinero lo tiene debajo del colchón o invertido en un chalet bien lejos, donde nadie le conozca.
Esta semana pasó por urgencias un paisano al que le dolía un tobillo.
-¿Qué tobillo le duele?- le pregunta la médico de urgencias para pedirle la radiografía.
- El izquierdo-, dice mientras señala la pierna derecha.
- El tobillo derecho entonces.
- No, no. El tobillo izquierdo en la pierna derecha.
- No puede ser- le explicaba mi compañera. -Hay dos piernas: la derecha y la izquierda, con sus correspondientes tobillos derecho e izquierdo.
- A mi me duele el tobillo izquierdo- vuelve a repetir, señalando la pierna derecha.
Aquel diálogo se convirtió en un capítulo de Barrio Sésamo enseñando dónde estaba la pierna derecha e izquierda y el tobillo derecho e izquierdo, así como la imposibilidad metafísica de que el tobillo izquierdo estuviese en la pierna derecha y viceversa. Sin embargo, el paciente seguía insistiendo tozudamente, hasta que la doctora le pregunta:
-         Pero usted, ¿cuántos tobillos tiene?
-         ¡Cuatro!,-dice enfadado por la falta de conocimiento anatómico más elemental. -¡Cómo todo el mundo!
En vista de los hechos, creo que este es un buen caso para el “compoñedor”, ya que si tiene cuatro tobillos puede repartir: dos por la sanidad pública y dos para el tema privado

viernes, 21 de septiembre de 2012

O FALTAN EXPLICADERAS O ENTENDEDERAS

Normalmente, cuando vamos a urgencias por cualquier dolencia, aunque ésta sea menor, suele acompañarnos alguien: un familiar más o menos cercano, un amigo… A esa persona se le suele indicar que espere fuera mientras las enfermeras y los médicos preguntamos al paciente los síntomas y le exploramos. Posteriormente, se le dice que pase para aclarar algún aspecto de la historia clínica y para informarle.
 Un día, tras ver a un enfermo octogenario en urgencias y queriendo informar a su familia de que lo iba a ingresar,  le pregunto:
-         ¿Usted vino solo?
-         No, no doctora- me dice con cara de susto-. Yo el vino lo tomo siempre, siempre con gaseosa. Muy poco vino y muchíiiisima gaseosa- enfatizaba.
Cuando entró su hija, yo continuaba riéndome y por fin me aclaró que su madre, a la que le parecía que su marido bebía mucho, lo amenazaba con que cuando fuese por fin al médico, lo primero que le iban a quitar era el vino. Y así llevaba el pobre años sin disfrutar de ese vasito de “vino de casa” a gusto, siempre bajo la amenaza de que lo íbamos a sentenciar por culpa del alcohol.
 
         En vista del éxito, decidí cambiar la formulación de la pregunta para hacerme entender mejor. Y comencé a utilizar la siguiente frase:
- ¿Tiene usted algún familiar fuera?
La pregunta esaba hecha con la seguridad de que esta vez sí que se me iba a entender correctamente y no iba a dar lugar a malos entendidos. Era una pregunta directa y funcionó durante un tiempo, hasta que de repente, un día uno se queda un poco pensativo y finalmente dice:
-         Pues, sí. Tengo un primo en Montevideo.

Ya se ve que a veces me faltan “explicaderas”, pero que algunos también andan escasos de “entendederas” seguramente por los nervios del momento. En cualquier caso, qué divertidos son estos diálogos que alguien resumió en una célebre frase en que uno pregunta: “¿a dónde vas?” Y el otro responde: “manzanas traigo”.

domingo, 16 de septiembre de 2012

EL TABACO ME ESTÁ MATANDO

   
Después de salir de la consulta de este jueves he decidido que tengo que hacer un cursillo (si es online mejor) sobre el tabaco, con sus prácticas y sus créditos y todo. Hasta ahora, pensaba que lo tenía claro. Les preguntaba si fumaban o no; si eran menores de 65 años les insistía en que lo dejasen y si eran mayores de 80 les decía que siguiesen fumando. Con la franja de 65 a 80 tenía dudas y dependía de si tenían o no  problemas respiratorios. Esto no es muy científico, porque el tabaco es muy malo, y todo el mundo tiene que dejar de fumar y bla, bla, bla... Pero si llevas fumando desde los 10 años y tienes 80 ó más y estás bien, ¿qué beneficio te aporta dejar de fumar? Ninguno. Amargura y mala leche. No creo que aumente tu esperanza de vida porque ya no te queda margen. 

         Hace dos días, el médico de cabecera me envió un paciente joven con hepatitis crónica B y C para valorar el ponerle tratamiento. Al hacerle la historia y verle la pinta, le pregunté si tomaba drogas (no hacía falta que me lo dijese).
- Bueno - me dijo-, tomo metadona. Pero también sigo pinchándome cocaína y fumando heroína y porros; además me fumo dos cajetillas al día de tabaco negro, y si tengo tranxiliums también me tomo algunos.
- Hombre, pues habrá que ir pensando en dejar el tema- le digo, así de forma genérica. (De todo lo que consumía se sobreentendía que lo menos malo era el tabaco).
- Si, tiene usted razón. El tabaco tengo que dejarlo que estoy notando que me sienta mal aquí- me dice dándose unos golpes en el pecho.
- Hombre, yo me refería a todo lo demás.
- No, yo lo otro lo tengo controlado. Pero el tabaco me está matando- continuaba con los golpes de pecho.

         Dos pacientes después viene otro que me dice que él sólo fuma "tabaco de embotellar" y todavía no sé si se refería al tabaco de liar o a que se hace unas infusiones con las hojas de tabaco y se las bebe.

          A continuación un abuelo que me cuenta que cuando era joven fumaba caldo de gallina, pero que luego lo dejó.
- ¿Fumaba usted Avecrem?- le pregunté asustada.
- No, doctora. El caldo de gallina y el mataquintos eran unas marcas de tabaco de picadura- me aclaró al ver mi cara de susto.

        Salí acongojada. Es decir: seis años de carrera y cinco de especialidad y no sé lo que es el tabaco de embotellar. Además confundo una marca de tabaco de picadura con el avecrem. Y por supuesto, ¿cómo no caí en la cuenta de que al primer paciente es el tabaco el que le está matando y no todo lo demás que se está metiendo en el cuerpo? No sé que aprendí en la universidad. ¡Qué tiempo tan poco aprovechado!