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domingo, 29 de julio de 2012

EL MISTERIO DE LA ABUELA QUE MORDIA

La trajeron en una ambulancia una noche a las diez. La acompañaba su hijo y unos ambulancieros con cara de susto y totalmente desconcertados. -Nunca habíamos visto algo así- decían. El más veterano estaba desencajado, -tuvimos que atarla porque nos mordía, y eso que es una señora mayor-.
Cuando intentaban pasarla a un box, se tiró de la camilla y trataba de escaparse. Acudieron todos: enfermeras, auxiliares, celadores, médicos… En total unas diez  personas intentando sujetar a una anciana de ochenta años que mordía, escupía, daba patadas y se retorcía en el suelo mientras una enfermera le ponía un “cocktail” sedante  que se usa en casos de máxima agresividad. Parecía poseída, gritaba sin que se entendiese nada de lo que decía, excepto cuando miraba a uno de los médicos que la sujetaba, que llevaba una barba sandokaniana. Entonces, se le entendía claramente:
-         ¡El demonio, el demonio…!
Mi compañero residente, con su habitual sorna, puntualizó:
-         No anda muy descaminada la señora…Oye, uno de los síntomas de estar endemoniado ¿no es hablar lenguas extrañas? Pues a esta señora no se le entiende nada. Va a ser mejor llamar al exorcista.
Mientras tanto, yo intentaba averiguar algo de la historia clínica con el hijo.
- ¿Ha tenido algún problema psiquiátrico? ¿Toma alguna medicación? ¿Tiene alguna enfermedad importante? ¿Se ha dado algún golpe en la cabeza?
A todo, la respuesta era siempre negativa. Nunca había estado enferma y casi no había ido al médico. No tomaba medicación alguna. Pero había un dato relevante.
- Mire, lo único raro es que esta mañana dejé la botella de aguardiente con la que le echo unas gotitas al café del desayuno encima de la mesa y me fui al trabajo. La dejé llena y cuando volví de trabajar por la noche, estaba vacía.

Ya estaba resuelto el misterio. Ni brote psicótico, ni traumatismo, ni medicación, ni nada. Simplemente, borrachera, tajada, moña, cogorza… como queramos llamarla. La dejamos en una cama de observación durante unas horas y después de dormir, caminaba enganchada del brazo de su hijo, con su falda y su pañuelo negro en la cabeza, toda sonriente, diciéndonos adiós con la mano y dándonos las gracias por lo amables que habíamos sido con ella. Evidentemente, no se acordaba de nada. En el diagnóstico de alta, un clásico: Intoxicación etílica.

4 comentarios:

  1. Menudo cambio de look!! queda genial! Un beso

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    1. Gracias! Le da un aire intelectual!!! Esto se va a leer más que el New England!!.

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    2. las visitas suben y suben!!! ;)

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  2. A verdade é que si, este blog é unha gran descuberta para achegarnos o lado máis humano e cómico da medicina.

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