Hay días en que fantaseo con la idea de que soy veterinaria. No hace falta preguntarles, porque no van a responder. Les veo los dientes, les palpo el pelaje, miro el color de las heces, les levanto el rabo, y ¡zas!, - lo que tiene es Galleguitis aguda-, digo con toda solemnidad mientras todos asienten como si fuesen expertos en dicha patología. Así, sin más. Brillante como el arroz. Pero dura pocos segundos la felicidad. Vuelvo a mirar al paciente o al familiar y de un interrogatorio digno de la Sra Fletcher sólo consigo las respuestas de siempre a las preguntas de siempre.
- ¿Dende cando lle doe?
- Hai moito.
- Pero moito, ¿canto?. ¿unha semana?, ¿un mes?, ¿un ano?
- Non sei.
- ¿Onde lle doe?
- Así, por todo- dice mientras traza un círculo con la mano alrededor de todo el tórax y el abdomen.
- ¿ Cómo é a dor?
- Vostede saberá, que para iso é a doctora.
- E qué mais lle pasa?
- Que me ajonío toda.
Yo no sé qué habría diagnosticado el Dr Marañón con estos síntomas, pero yo lo tengo claro: “Galleguitis aguda galopante”. Por más que pregunto, re-pregunto, falo en galego, les pongo ejemplos del dolor tipo unha coitelada, unha cousa que oprime, unha punzada, un can que roe…. ¡No hay forma!. Y ahí estoy yo, como el teniente Colombo, escudriñando un poco de carmín en un vaso, una respiración un poco acelerada o una ceja algo más arqueada que la otra con la que pueda decir: ¡ya lo tengo!. El asesino es el lupus eritematoso y lo sé porque la pestaña derecha era más larga que la izquierda. No me hizo falta preguntar, ni auscultar, ni análisis ni scaner. ¿Veterinaria o detective? That’s the question.
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