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domingo, 13 de enero de 2013

¡DONDE ESTÉ UN BUEN COGNAC, QUE SE QUITE LA EPIDURAL!

                 
          Hasta no hace muchos años, la mayoría de las mujeres daban a luz en casa, donde las “parteras”, hacían lo que podían. Lo hemos visto en infinidad de películas del oeste, cuando lo primero en estos casos era ir a buscar al médico que solía estar borracho, poner agua a calentar, sacar trapos del armario y coger la botella de güisqui, una especie de anestesia epidural de la época. Esta semana, hablando con un paciente octogenario, de repente su mujer nos interrumpe y dice lo que dicen casi todas:

-         Doctora, mi marido no me come nada. Le hago todo lo que le gusta y acabo teniendo que comérmelo yo.
-         La verdad es que está un poco “escuchimizado”- le digo.

El contraste entre los dos, era verdaderamente llamativo. Ella oronda, de comer lo suyo y lo del marido, y él, que casi no se veía de perfil. Pero, a ella no le gustó nada que le hubiese dicho eso, como si me pareciese que su marido era “poca cosa” y me dijo:

-         Pues a mi me sirvió, que tuve hijos de cinco kilos y medio.

Pensé que era mejor cambiar de tema y profundizar en el asunto, por si había material para el blog. Así que le pregunté:

-         Por cesárea sería, ¿no?
-         Todos por su vía natural, y en casa- comentó orgullosa. Para los cuatro primeros, la partera del pueblo, que era una señora que se amañaba bastante bien. Ningún problema. Para el quinto, como yo ya tenía una edad, mi marido se empeñó en ir a buscar a una comadrona titulada. El parto empezó a las ocho de la mañana y el niño nació a las 2 de la tarde. Tuve problemas porque no salía un hombro y la comadrona sudaba la gota gorda. De repente, le dice a mi marido:
o       - ¿Tiene usted cognac, güisqui, aguardiente o algo?
o       -  Tengo un cognac muy bueno.
o       – Pues traiga una copa llena y deje aquí la botella.
     Mi marido, le pregunta asustado:
o       – Pero mire, ¿no le hará daño a la criatura?
o       - ¿A la criatura?- le dice extrañada- imposible.
o       - Bueno, pero al tomárselo la madre le puede pasar al niño.
o       - Así si, pero es para mi, no para la madre. ¿Cómo se le ocurre…?- le dice enfadada.
   - Total, que aquello se complicaba y ella, cuanto más sudaba, más bebía. Al final, se tomó la botella entera y cuando por fin sacó al niño, no pudo ni limpiarlo. Tuvo que tumbarse a dormir la borrachera y al cabo de unas horas la tuvieron que llevar a casa en coche, porque aun no se tenía de pie. ¡Fue el parto más divertido que tuve!

1 comentario:

  1. Cuando nació el primero de mis hermanos, también en casa, al acabar dijo la comadrona que le dieran a mi madre una copa de coñac. No sé si sería para recuperar fuerzas, porque la cosa había sido difícil. ¡Y vaya si se la bebió!

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