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lunes, 18 de agosto de 2014

LA NATURALEZA ES SABIA

               Últimamente se ha descrito una nueva patología en niños que se ha denominado: "trastorno de déficit de naturaleza". Según algunos "expertos", la vida actual en las ciudades nos mantiene alejados de los espacios naturales y este contacto sería necesario para nuestro bienestar físico y psíquico. Los niños que viven cerca del medio natural tienen menos estrés y una mayor conciencia ambiental. Además, estos "expertos" lo han vinculado con un aumento de la obesidad, enfermedades respiratorias, déficit de atención con hiperactividad e hipovitaminosis D por falta de exposición al sol. Con todo esto, extraigo una conclusión: para decir todo esto no hace falta llamarse "experto" porque con aplicar el sentido común de nuestras abuelas y de nuestras madres, es suficiente. Toda madre normal sabe que sus hijos deben jugar al aire libre siempre que sea posible porque les dará el sol, lo cual fortalecerá sus huesos, harán ejercicio con lo que disminuirá el sobrepeso y desfogarán, con lo que llegarán a casa cansados y se irán rápido a la cama. No sé ni por qué les dan carrete en los medios de comunicación a estas perogrulladas.
        Leyendo sobre esto, un compañero recordó una anécdota que le había pasado hace unos años y que me la contó para el blog.
        Acudieron a su consulta una pareja joven. Ella estaba preparando oposiciones y llevaba meses encerrada estudiando. Contaba unos síntomas muy inespecíficos como astenia, debilidad, mareos, falta de ánimo... Todo un poco "flu". De repente, el marido la interrumpe y dice que a él le parece que ya sabe lo que le pasa.
- Verá doctor, ella está estudiando mucho. Entonces, yo lo dije que era mejor que fuésemos a dar una vuelta para tomar un poco de contacto con la naturaleza; desde ese día tiene todos los síntomas. Y claro, yo no sé si no habrá sido un "exceso de contacto con la naturaleza"...
    Lo decía completamente en serio. Quizás, esta había sido una niña con un "Trastorno de déficit de naturaleza" y claro, una tarde por el monte supuso un exceso de contacto. En aquel momento, mi compañero no se lo supo diagnosticar. Le dio unas vitaminas y le recomendó un poco de ejercicio físico y listo. Hoy le habría puesto el nombre al síndrome, y toda habría sido todo muchísimo más científico.

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