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domingo, 17 de febrero de 2013

LOS TRUCOS DE LAS CENTENARIAS






Llegar a los noventa es una lotería, pero alcanzar los cien años roza lo milagroso, sobre todo si la cabeza te funciona y mantienes el buen humor. A todos nos encantaría saber cómo lo han hecho, como esas famosas que nos cuentan sus secretos de belleza en Telva, que siempre son los mismos: beber mucha agua y dormir ocho horas. Yo añadiría: y no pegar golpe. Pero claro, eso no lo dicen.  Cuando uno es centenario,  ¿cómo va el médico a prohibirte algo? Y también, ¿cómo va a recomendarte tal pastilla o tal dieta para que vivas más? ¡Por favor!, que  estamos hablando de personas casi-inmortales. Hay gente que dice que la mejor manera de llegar a los cien años es no yendo al médico, y razón no les falta. Esta semana he visto ingresada a una señora de 102 años y mientras la auscultaba me apartaba el pelo de la cara porque decía que así estaba más guapa. Ante semejante cariño y al ver que tenía pocos dientes, quise facilitarle el tema de la comida que siempre es un “caballo de batalla” con la gente mayor.

-          ¿Qué quiere que le ponga de dieta?- le pregunté.

-          Yo como de todo- me dijo tan tranquila.

-          Bueno, pues un pescadito blandito.

-          ¡Uy!, no, no, que puede tener anisakis- me dijo sin equivocarse con semejante palabro.

Me sorprendió bastante que se preocupase por eso y que supiese lo que era, y cambié la opción.

-          Una pechuga de pollo, entonces.

-          ¡Ni hablar! Desde lo de la gripe aviar no he vuelto a comer pollo- me dijo con cara de susto, casi como si quisiese envenenarla.

Miré hacia su hija octogenaria que se reía mirando mi cara de “¿qué pasa aquí?”.

-          Doctora, se cree todo lo que oye en la televisión y tuve que prohibirle ver “Saber vivir”, porque nos enloquecía a todos- me dijo su hija.

-          Bueno, la carne le será un poco dura…

-          Tampoco la tomo desde hace por lo menos diez años- me aclaró la centenaria.

-          ¿Y eso?- le pregunté.

-          Por lo de las “vacas locas”, no sea que me dé una demencia, que fíjese usted que desastre a mis años.

¡Pues si! Al final, después de una dura negociación llegamos a un acuerdo. Su dieta consistiría en natillas, arroz con leche y zumos. Me lo resumió con la siguiente frase: “Como de todo y al final no como de nada”. Y aun añadió la puntilla final:

-          Las natillas hágamelas espesitas y no le deje grumos.

La verdad es que me dieron ganas de hacerle unas natillas en la Thermomix y llevárselas.

Con este caso recordé el de otra centenaria que estaba ingresada y cuando revisé la historia, vi que la habían operado hacía un año de cataratas y que en los papeles de oftalmología ponía: “paciente de 90 años…” Fui a buscar el año de nacimiento en sus datos y vi que no podía tener noventa años. Tendría que tener cien… Así que me entró la duda de si la historia sería de otra paciente. Le pregunté a la interesada:

-          ¿Es usted fulanita, vive en tal sitio y nació en tal fecha?

-          Pues si, soy yo.

-          ¿Y le operaron el año pasado de cataratas?

-          Si, me dejaron muy bien y ahora leo el periódico sin gafas.

-          Pero en la historia de oftalmología pone que tenía noventa años…- le digo inocentemente.

-          Bueno, (tragó saliva) es una mentirijilla que le dije al oculista, porque si les digo que tengo cien años no me operan, o me ponen un “cristal” malo. Les dije noventa y coló. ¡Una tiene sus trucos!

 Ya lo decía House: “los pacientes siempre mienten”. Pero en este caso, y sin que sirva de precedente, creo que el fin justifica los medios.

 

 



 

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