Llegar a los noventa es una lotería,
pero alcanzar los cien años roza lo milagroso, sobre todo si la cabeza te
funciona y mantienes el buen humor. A todos nos encantaría saber cómo lo han
hecho, como esas famosas que nos cuentan sus secretos de belleza en Telva, que
siempre son los mismos: beber mucha agua y dormir ocho horas. Yo añadiría: y no
pegar golpe. Pero claro, eso no lo dicen. Cuando uno es centenario, ¿cómo va el médico a prohibirte algo? Y
también, ¿cómo va a recomendarte tal pastilla o tal dieta para que vivas más?
¡Por favor!, que estamos hablando de
personas casi-inmortales. Hay gente que dice que la mejor manera de llegar a
los cien años es no yendo al médico, y razón no les falta. Esta semana he visto
ingresada a una señora de 102 años y mientras la auscultaba me apartaba el pelo
de la cara porque decía que así estaba más guapa. Ante semejante cariño y al
ver que tenía pocos dientes, quise facilitarle el tema de la comida que siempre
es un “caballo de batalla” con la gente mayor.
-
¿Qué
quiere que le ponga de dieta?- le pregunté.
-
Yo
como de todo- me dijo tan tranquila.
-
Bueno,
pues un pescadito blandito.
-
¡Uy!,
no, no, que puede tener anisakis- me dijo sin equivocarse con semejante
palabro.
Me sorprendió bastante que se
preocupase por eso y que supiese lo que era, y cambié la opción.
-
Una
pechuga de pollo, entonces.
-
¡Ni
hablar! Desde lo de la gripe aviar no he vuelto a comer pollo- me dijo con cara
de susto, casi como si quisiese envenenarla.
Miré hacia su hija octogenaria que se
reía mirando mi cara de “¿qué pasa aquí?”.
-
Doctora,
se cree todo lo que oye en la televisión y tuve que prohibirle ver “Saber
vivir”, porque nos enloquecía a todos- me dijo su hija.
-
Bueno,
la carne le será un poco dura…
-
Tampoco
la tomo desde hace por lo menos diez años- me aclaró la centenaria.
-
¿Y
eso?- le pregunté.
-
Por
lo de las “vacas locas”, no sea que me dé una demencia, que fíjese usted que
desastre a mis años.
¡Pues si! Al final,
después de una dura negociación llegamos a un acuerdo. Su dieta consistiría en
natillas, arroz con leche y zumos. Me lo resumió con la siguiente frase: “Como
de todo y al final no como de nada”. Y aun añadió la puntilla final:
-
Las
natillas hágamelas espesitas y no le deje grumos.
La verdad es que me
dieron ganas de hacerle unas natillas en la Thermomix y llevárselas.
Con este caso recordé
el de otra centenaria que estaba ingresada y cuando revisé la historia, vi que
la habían operado hacía un año de cataratas y que en los papeles de
oftalmología ponía: “paciente de 90 años…” Fui a buscar el año de nacimiento en
sus datos y vi que no podía tener noventa años. Tendría que tener cien… Así que
me entró la duda de si la historia sería de otra paciente. Le pregunté a la
interesada:
-
¿Es
usted fulanita, vive en tal sitio y nació en tal fecha?
-
Pues
si, soy yo.
-
¿Y
le operaron el año pasado de cataratas?
-
Si,
me dejaron muy bien y ahora leo el periódico sin gafas.
-
Pero
en la historia de oftalmología pone que tenía noventa años…- le digo
inocentemente.
-
Bueno,
(tragó saliva) es una mentirijilla que le dije al oculista, porque si les digo
que tengo cien años no me operan, o me ponen un “cristal” malo. Les dije
noventa y coló. ¡Una tiene sus trucos!
Ya lo decía House:
“los pacientes siempre mienten”. Pero en este caso, y sin que sirva de
precedente, creo que el fin justifica los medios.
Que garndes las viejas jajajaj!!
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