Como todos sabemos desde pequeños, una bañera es un recipiente donde uno se mete y se toma un baño. Desde la aparición de las primeras bañeras que están datadas en el 1.800 a .d.C. en Babilonia, éstas han cambiado la forma, los materiales, la ubicación… pero su uso sigue siendo el mismo: llenarla de agua, sumergirse y darse un baño más o menos largo. Algunas personas le han encontrado utilidades variadas: lo mismo sirve para lavarse que para meter unas plantas y regarlas con la ducha como si les cayese una lluvia tropical, o unas tortuguitas que deben pensar que aquello es el océano, o unos zapatos...
Sí, sí, unos zapatos. Cuando era estudiante, un día llegué a casa y me encontré la bañera llena de zapatos del número 45. Vivíamos 5 chicas y la que más número usaba era yo y calzaba el 39. Eran del novio de una de las que vivía conmigo y se los había traído para limpiárselos “bien” porque él no sabía. Ni que decir tiene que salieron los zapatos volando de la bañera y por poco se los tiramos por el balcón.
La semana pasada acudió un paciente por picor muy intenso por todo el cuerpo desde hacía dos semanas. Venía lleno de rascazos y arañazos por piernas, brazos, abdomen…con la piel enrojecida. Parecía que se había caído en unas zarzas y revolcado bien a gusto. Le pregunto:
- ¿No ha ido a su médico de cabecera ?
- Sí, fui hace unos días.
- ¿Y qué le dio?
- Bueno, no llegué a entrar porque me dijo una vecina que me metiese en la bañera a medio llenar, que le echase 6 cucharadas de Maizena y que me quedase allí de remojo por lo menos una hora. Toda la semana lleno de grumos y el picor no se me pasó.
Me lo imaginé llenando la bañera, yendo al super a por
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