Mis pacientes son entrañables, amables, graciosos, simpáticos… pero siempre se guardan un “as en la manga”, como buenos gallegos. Yo, como soy autóctona, suelo entender las vueltas que dan, a dónde quieren ir y si van…o vienen. Pero a veces me pillan fuera de juego, o como decimos en Galicia: “en la berza”.
Así, sucede que ingresa por ejemplo un paisano por un problema respiratorio. Está una semana a mi cargo y todos los días le veo, le ausculto, le explico cómo va…Todos los días charlamos un rato y me entero de cómo se llama su mujer, sus hijos, sus nietos, su perro, su comida favorita, cuándo son las fiestas de su pueblo a las que de paso me invita, la emisora de radio que escucha, en qué trabajó cuando era joven y todas la enfermedades que tuvo desde que nació, aunque fuese un simple grano. En fin, confianza total, pienso yo ingenuamente. Una semana da para mucho y mi curiosidad es insaciable. Va mejorando, nos hacemos casi amigos y llega un día en que ya respira perfectamente. Creyendo que le voy a dar un alegrón le digo:
- Bueno, don Fulano, está usted muy bien. Mañana se va de alta.
Entonces me mira, frunce el ceño y me contesta:
- Y entonces, este dolor que tengo en la pierna ¿de qué es?
¿Qué dolor?, ¿qué pierna? Nunca me ha dicho nada de ninguna pierna dolorida. Me sé todo de él y de su familia y nunca he oído nada de ninguna pierna. Trato de respirar profundo y mantener la calma:
- Pero, ¿usted no vino porque no respiraba?
- Bueno, sí. Pero yo vine con la pierna mal y me voy exactamente como llegué o aún peor.
- Pero si está muy bien de la respiración. Si puede subir y bajar el Everest sin sherpa y sin oxígeno.
El remate suele ser la mujer, que invariablemente pone el broche final y sentencia:
- Pues yo, así como está no me lo llevo.
- ¿Pero desde cuándo tiene mal esa pierna?
- Bueno, hace cuarenta años tuvo un accidente laboral…
Si no fuese por lo que me río con ellos, a veces me entran ganas de…
¡...de lloraaarrr! ¡Jua, jua!
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