Los médicos, a semejanza de los
sacerdotes, vemos y oímos de todo, y nada debería extrañarnos. Cuando la
medicina no estaba al alcance de todos, la gente se apañaba como podía y muchos
remedios caseros eran tan eficaces como el consejo de un buen galeno. Así,
algunos de mis pacientes me han contado que para las otitis era muy bueno
aplicar unas gotas de leche materna, para cicatrizar las heridas un poco de la
propia orina, y para las lombrices que ascendían por el tracto digestivo hacia
el esófago, ponerse unos algodones empapados de aguardiente en la nariz. Lo de
la leche materna y el pis, tiene una base científica en su riqueza en
inmunoglobulinas y en urea, respectivamente. Lo del aguardiente no lo tengo tan
claro. Puede que el objetivo fuese que las lombrices muriesen de coma etílico,
pero esto no parece que tenga una base científica.
Esta semana hemos tenido un caso
verdaderamente curioso. Un paisano que tenía buena intención queriendo
ahorrarle unos euros a la Seguridad Social. Claro que la que hubiese tenido que
actuar hubiese sido la funeraria, pero de eso, él no era consciente. El relato de los
hechos fue el siguiente:
-
Sus
pulmones no funcionan bien y tenemos que mandarle con oxígeno para casa.
-
¿Oxígeno
de esos de botella?
-
Más
o menos…
-
No
me hace falta- dijo-. Usted deme solo el cable y la mascarilla, que la bombona
ya la tengo yo.
-
¿Tiene
usted una bombona de oxígeno en casa?
-
Bueno,
tengo la de butano, pero debe ser más o menos lo mismo…
Pues si, conectarse al butano debe
ser casi lo mismo, sobre todo si se le ocurre fumarse un cigarrito mientras
está enchufado.
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