Una de las preguntas que hacemos habitualmente
cuando estamos elaborando una historia clínica de un enfermo es si tiene alguna
enfermedad importante. En muchos casos, el que tiene que contestarnos es el
pariente más cercano –hijos, cónyuge, etc -que a veces no tiene mucha idea. Una
vez tuve ingresado a un paciente que no estaba para muchos interrogatorios, así
que le hice la historia a una hija de unos treinta años que parecía ser la que
manejaba la situación.
-¿Tu padre
tiene alguna enfermedad importante?-le pregunté.
Tras
pensarlo un momento me contestó:
- Pues si,
una vez le dijo el médico que tenía piedras en la vagina.- Mira, -le dije lo más seria que pude- no puede ser. Los hombres no tienen vagina.
- Fue el médico el que se lo dijo- me replicó.
- Bueno, quizás fuese en la vesícula -le aclaré.
- Eso, en la vesícula. ¿No es lo mismo? –me preguntó con curiosidad.
Otro
paciente que tuve hace poco ingresado me dijo que enfermedades importantes no
había tenido, pero que había estado dos años ingresado en Madrid en un hospital
cuando era joven.
- Si estuvo
tanto tiempo debió ser algo grave –le expliqué. ¿Por qué estuvo ingresado?- No era nada. Cuando estuve mejor me dejaron irme.
- ¿Pero por qué estaba allí?- le insistí.
- No lo sé exactamente. Sólo recuerdo que cuando me dieron el alta y salí de allí, me senté en la parada del autobús que estaba enfrente y hablé con el edificio en voz alta y le dije: -¡cabrón!, me voy para casa. ¡Ahí te quedas!-.
Esto de hablar con el hospital pero no con el médico que le llevaba me hizo sospechar que debía de ser algo psiquiátrico, pero fui incapaz de concretar la causa del ingreso tan prolongado. Lo intenté por todos los medios, pero no hubo forma, así que cuando le di el alta, me asomé al ventanal desde el que se ve la parada del autobús, esperando verlo allí, hablando en voz alta con el edificio:
- ¡Cabrón! me voy para casa.
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